Se cuenta que el 30 de Julio de 1991, Plácido Domingo, tras haber interpretado en Viena el “Otelo de Verdi”, fue aplaudido durante una hora y veinte minutos. La emoción de la gente que lo aplaudía era tal, que 101 veces tuvo que el tenor Español regresar al escenario. En esa ocasión superaba a Luciano Pavarotti, quien en el año 1968 fue aplaudido durante 67 minutos, y el telón se alzó 165 veces.

1 CORINTIOS 12:20-21 (TLA)

“Y aunque las partes del cuerpo pueden ser muchas, el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decirle a la mano: «No te necesito». Tampoco la cabeza puede decirle a los pies: «No los necesito»”

Estamos llamados a servir. Así como cada parte de nuestro cuerpo físico tiene una función específica e importante, así mismo, nosotros tenemos una función importante dentro del Cuerpo de Cristo. Nos necesitamos los unos a los otros para llevar a cabo los planes de Dios en la tierra.

Es una impresionante comparación la que hace el Apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, para explicarnos de qué manera operamos como extensión de Cristo en la tierra. Si analizamos nuestro cuerpo físico, podemos ver que hay unos miembros que son visibles, y en muchos casos admirados por las personas a nuestro alrededor, pero nunca son resaltados aquellos miembros de nuestro cuerpo que no son visibles, pero que de igual manera son importantes para el correcto funcionamiento de nuestro cuerpo.

Por ejemplo, seguramente te han halagado por tu sonrisa en varias ocasiones, pero nunca han sido tan específicos como para decir: “¡Qué armonioso trabajo el de los 12 músculos que utilizaste para lograr esa sonrisa perfecta, te felicito por tu músculo cigomático mayor, sin él no hubieses tenido esa hermosa sonrisa”. O seguramente te han dado halagos por tu tono de voz, pero nunca te han dicho: “Te felicito porque tienes unas cuerdas vocales que se juntan perfectamente”.

De esta misma manera, muchos de los miembros del Cuerpo de Cristo nunca van a ser admirados y reconocidos por el hombre; sin embargo, están cumpliendo una función importantísima en la tierra; sin ellos no sería posible el funcionamiento adecuado de la misión que tenemos en la tierra.

Quizás hay muchas cosas que hoy estás haciendo y que nadie está reconociéndote, no obstante, te aseguro que Dios sí las está viendo, Él ve tu esfuerzo y dedicación, y siempre está dispuesto a promocionarte y a recompensar tu trabajo.

Las Catedrales Europeas se caracterizan por sus majestuosas obras arquitectónicas, cada detalle artístico y excelencia de materiales nos dejan ver que valió la pena el que se tomaran tanto tiempo en construirse. De la historia de la Catedral se puede escuchar mucho, y quizás también del artista principal que lideró la obra, pero nunca se escuchan en los créditos todos los carpinteros, herreros, vidrieros, pintores y escultores que participaron. Ellos sabían que nunca se les reconocería su trabajo en la tierra por su dedicación y esfuerzo.

Hay una historia que relata que en una Catedral, en un punto muy escondido, se encontraba un carpintero afanado por terminar una pequeña ave en la viga de madera de este rincón escondido. Se dice que un hombre al verlo, le preguntó al carpintero el por qué se esforzaba tanto por terminar algo que luego nadie vería. A lo que este carpintero contestó: “Porque Dios lo ve”.

COLOSENSES 3:23 (LBLA)

“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres”

No te estoy diciendo que esté mal el que seamos honrados por nuestra labor ante la gente, el problema ocurre es cuando tomamos esos aplausos y reconocimientos como nuestros más preciados tesoros, que luego terminan siendo efímeros. El enemigo siempre nos quiere tener a través de buscar el aplauso y reconocimiento del hombre; sin embargo, cuando hacemos las cosas sólo pensando en agradar al Padre, todo tiene más valor, y estamos preparándonos para recibir los tesoros del Cielo, que son Eternos. ¡Esos tesoros y reconocimientos sí valen la pena!