“NADIE SABÍA QUÉ HACER CONMIGO, PERO DIOS SÍ”

Testimonio de Simón Díaz

Recordando lo que está haciendo Dios en mi vida, no puedo evitar mirar hacia la elección de discípulos que realizó Jesús en Marcos 3 o Mateo 10; no escogió a aquellos a quien el mundo escogería, buscó a aquellos a quienes el mundo ya había descalificado.

Si queremos hablar de personas descalificadas, aparezco yo en la lista. Desde que tengo memoria, año tras año no encontraba propósito ni valor al despertar, desde la mañana hasta el anochecer lo único en lo que encontraba satisfacción era en los videojuegos; todo el día, todos los días, siempre jugando FIFA. No había nada más en mi pensar que jugar PlayStation. Era mi razón de existir.

¿Hasta qué punto? En palabras de mi profesor: “Es un displicente, no le importa nada”; en palabras de mis compañeros: “Ese no va a lograr nada por su vida, lo único que hace es jugar videojuegos”; en el reporte de calificaciones de mi colegio: “El peor de los estudiantes”. Todo esto resultó en que mis padres pensaran cuando tenía 15 años: “¿Qué vamos a hacer con él? Quizá el servicio militar, o que empiece a trabajar de una vez”.

En cada reunión en el colegio la directora recomendaba a mi mamá buscar otra alternativa para mí, porque en realidad, nunca hacia nada. Un día, el coordinador académico le dijo a mi madre con tristeza: “No sé que vamos a hacer con Simón, nunca había visto una persona con tan poco interés por el estudio y la vida”. La verdad es que mi mamá tampoco sabía que hacer conmigo, pero Dios sí sabía que iba a hacer.

Siempre había ido a la iglesia. Aunque mis padres no comprendían el poder del Evangelio, siempre se habían identificado como católicos. Cuando mi mamá estaba embarazada de mí, empezó a asistir a una iglesia cristiana, después mi padre la siguió y se convirtieron en fieles miembros de esa congregación durante los siguientes 14 años de sus vidas. Cada domingo, mi mamá con amor y firmeza me despertaba temprano para ir a aquel lugar al que yo no quería ir, sabía que asistir era sinónimo de dibujar o dormir, pero nunca de aprender; no recuerdo un domingo en el que yo no hiciera todo lo posible para no ir, pero tampoco recuerdo un domingo en el que mi mamá no me haya llevado.

En medio de desacuerdos con aquella iglesia, mi mamá recibió los audios de Iglesia Palabra Pura en una cita odontológica. Por semanas estuvieron archivados, hasta que el Espíritu Santo despertó curiosidad en su corazón, y cuando empezó a escuchar el primero, no hubo día que estuviera sin escuchar por lo menos 10 audios; en la cocina, en el trabajo y en el carro cuando me recogía en el colegio.

Cada vez tenía más sed del conocimiento de Dios, se convenció de dejar la iglesia en la que fielmente había asistido durante la última década de su vida y asistir por primera vez a Iglesia Palabra Pura el 11 de septiembre de 2016. Evidentemente, me llevó obligado. Yo pensaba que el único cambio era la ubicación, pero que finalmente era lo mismo. ¡Cuán equivocado estaba!

Cuando tenía 15 años, el 3 de Marzo de 2018, hubo una brigada realizada por la iglesia con el apoyo de misioneros Americanos, por lo que necesitaban traductores. ¿Yo? Yo no sabía inglés, pero mi mamá pensaba que sí. La realidad es que había asistido a una academia en la que estaba estudiando desde el mes de diciembre de 2017, y como solo llevaba tres meses y medio estudiando, con todos los antecedentes en mi colegio que respaldaban que no existía alguien peor para el estudio que yo, estaba seguro de que era el menos indicado.

Pero mi mamá no estaba de acuerdo, sin yo enterarme ella me recomendó como traductor para aquella brigada y ya tenía el compromiso de ir. El día llegó. Yo no hablaba inglés, nunca había tenido una conversación y mucho menos traducido; como estaba seguro de que no podría hacer nada en aquella brigada, ya estaba pensando en ayudar inflando globos o sirviendo gaseosas, pero no iba a ser traductor.

Tan pronto llegué al lugar, un Americano se acercó a mí saludándome. ¡Sorpresa! ¡Entendí! No podía justificarlo, yo nunca había hablado inglés, y allí estaba conversando con él. No había una razón natural, pero sí una sobrenatural: Dios.

La brigada terminó, y pude servir como traductor. En las siguientes clases de inglés, mis profesores se preguntaban: “¿Qué pasó?” “¿Cómo pasaste de no hablar a sostener una conversación?” No tenía ninguna explicación que ellos entendieran, simplemente, Dios es real.

A partir de lo que viví en la brigada, crecía con fuerza el sentir en mí de la realidad de Dios. No quería separarme de la Biblia, pasaba la noche sumergido en Génesis, Salmos y Juan; quería saber todo lo que Dios decía de mí.

En cada descanso del colegio leía la Palabra, descargué los audios en mi celular y empecé a escucharlos una y otra y otra vez. La justicia de Dios, la sanidad, la soberanía de Dios, el Espíritu Santo… ¡WOW! ¡Qué tesoro encontré! ¡Qué tesoro me encontró a mí!

La semilla que mis padres habían sembrado en mí durante toda mi vida estaba empezando a cumplir su cometido. Hoy, estoy en VI semestre de la Universidad, estudiando Administración de Empresas y un técnico en Música, me enamoré de la Palabra, me enamoré de Dios, la pura enseñanza de nuestra iglesia era el combustible de la llama que crecía en mi corazón y hoy en día, consciente de lo mucho que queda por aprender y ajustar en mi vida, camino con el deseo de conocerlo tanto a Él para que pueda llevar a los demás a conocerlo, camino con el deseo de que esa transformación que yo viví, para Su gloria sea la experiencia de muchos.

En verdad, nadie sabía qué hacer conmigo, pero Dios sí.