
- 11 diciembre, 2023
- Rafael Lemes
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Durante las 8 partes pasadas de esta Serie sobre sanidad, hemos visto estos puntos:
- Lo que realmente es la enfermedad: una maldición, y no una bendición.
- Quién es el autor de la enfermedad.
- Cuándo entró la enfermedad a la tierra.
- Cómo Jesucristo vino a destruir las obras del diablo, dentro de ellas la enfermedad.
- Cuáles son algunas causas de las enfermedades.
- Cuáles son algunas razones por las que no se manifiesta la sanidad en una persona nacida de nuevo.
Teniendo en cuenta todos estos puntos, me gustaría que en esta parte 9 de JESUCRISTO TAMBIÉN VINO A SANAR, nos enfoquemos en cómo pelear la buena batalla de la fe en el área de la sanidad.
- GUARDEN SU LENGUA:
SANTIAGO 3:2, 5-6 (RVR) “Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo… Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno”
La lengua es el miembro de nuestro cuerpo, que a pesar de ser pequeño, es el más difícil de domar, y si no es controlada puede operar en nuestra contra. No obstante, si logramos domarla, la Palabra nos indica en Santiago 3:2, que seremos capaz de llamar al orden al resto de nuestro cuerpo. Así que al enfrentar un síntoma, lo primero que debemos poner en sujeción es nuestra lengua, lo que decimos, para que lo que salga de nuestra boca sean palabras de vida y salud, palabras que influirán en los otros miembros de nuestro cuerpo, rechazando la enfermedad.
No se pueden apropiar de los síntomas con su lengua: no es “Mi enfermedad” o “Mi dolor”, “Mi depresión”. Ni mucho menos empiecen a usar su lengua para magnificar los síntomas al declarar diagnósticos, de los que ni siquiera tienen certeza ante un chequeo completo al respecto. Por ejemplo, no pueden sentir un dolor de cabeza, y empezar a declarar que ya tienen un tumor en su cabeza, no magnifiquen el síntoma, sólo declaren la Palabra en contra de ese síntoma, y tomen por fe la sanidad que Dios ofrece por Gracia. Sólo en caso, de que sí se tengan la certeza de un diagnóstico, nombren a la enfermedad por nombre propio, pero no para magnificarla, sino para recordarle que hay un Nombre sobre todos los nombres, el nombre de Jesús (Filipenses 2:9-11).
- IDENTIFIQUEN SU NIVEL DE FE Y ACTÚEN CONFORME A ESTE:
Algunos cristianos que entienden que Jesucristo vino a traer sanidad, sienten vergüenza de acudir a un médico o someterse a una cirugía cuando se ven enfrentando una enfermedad, porque piensan que serán vistos como cristianos sin fe, pero esto es sólo desconocimiento de que aunque todos tenemos fe, no todos tenemos el mismo nivel de fe.
HEBREOS 11:1 (RVR) “Es, pues, la fe la certeza (sustancia) de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
La fe toma lo que la Gracia ofrece. La Gracia necesita para manifestar sus promesas sustancia, y esa sustancia es la fe. Sin embargo, no todos tenemos el mismo nivel de fe. Vamos a verlo con 3 ejemplos muy conocidos en la Palabra:
EL SIERVO DEL CENTURIÓN ROMANO: “En ese tiempo, un apreciado esclavo de un oficial romano estaba enfermo y a punto de morir. Cuando el oficial oyó hablar de Jesús, envió a unos respetados ancianos judíos a pedirle que fuera a sanar a su esclavo… Entonces Jesús fue con ellos; pero, justo antes de que llegaran a la casa, el oficial envió a unos amigos a decir: «Señor, no te molestes en venir a mi casa, porque no soy digno de tanto honor. Ni siquiera soy digno de ir a tu encuentro. Tan solo pronuncia la palabra desde donde estás y mi siervo se sanará. Lo sé porque estoy bajo la autoridad de mis oficiales superiores y tengo autoridad sobre mis soldados. Solo tengo que decir: “Vayan”, y ellos van, o “vengan”, y ellos vienen. Y si les digo a mis esclavos: “Hagan esto”, lo hacen». Al oírlo, Jesús quedó asombrado. Se dirigió a la multitud que lo seguía y dijo: «Les digo, ¡no he visto una fe como esta en todo Israel!». Cuando los amigos del oficial regresaron a la casa, encontraron al esclavo completamente sano” (Lucas 7:2-3,6-10 [NTV]).
JAIRO, PRINCIPAL DE LA SINAGOGA: “Llegó uno de los dirigentes de la sinagoga que se llamaba Jairo. Cuando vio a Jesús, se arrodilló ante él y le rogaba mucho: —Mi hijita está a punto de morir. Te pido que vengas y coloques tu mano sobre ella para que se mejore y siga con vida… Cuando Jesús estaba todavía hablando, llegaron mensajeros desde la casa del dirigente de la sinagoga y le dijeron: —Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas más al maestro? Pero Jesús no les hizo caso y le dijo al dirigente de la sinagoga: —No tengas miedo; sólo cree… La gente se burlaba de él, pero Jesús los hizo salir a todos y entró sólo con los padres de la niña y con los que lo acompañaban. Jesús tomó la mano de la niña y le dijo: —Talitá, cum (que significa “óyeme pequeña, ¡levántate!”). Al instante, la niña que tenía doce años, se levantó y empezó a caminar. Todos quedaron completamente atónitos. (Mateo 5:22-23, 35-36, 40-42 [PDT]).
LA MUJER DEL FLUJO DE SANGRE: “Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote. Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?… Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote. (Mateo 5:25-30, 33-34 [RVR]).
En estos 3 pasajes de manifestaciones del poder de Dios para sanar, incluso para resucitar, se ven 3 patrones:
- Los 3 oyeron de Jesús.
- Los 3 declararon palabras de fe.
- Los 3 actuaron en fe después de confiar en Jesús.
Sin embargo, hay una diferencia en estos 3 pasajes, y es que no todos recibieron la sanidad de la misma manera:
- El Centurión Romano no necesitaba que Jesús fuera hasta su casa a imponer las manos sobre su siervo, su nivel de fe estaba en que sólo Jesús ordenara la sanidad, y así se manifestaría.
- A Jairo no le bastaba con sólo escuchar a Jesús decirle que no tuviera temor, él necesitaba que Jesús fuera hasta su casa y le impusiera las manos a su hija. Jairo creía que Jesús la podía resucitar, pero necesitaba verlo imponer sus manos sobre ella.
- La mujer del flujo de sangre tenía su fe puesta en que, ya que Jesucristo sanaba, sólo necesitaba tocar su manto para que se liberara poder de Él para su sanidad.
Tengan claro, los 3 tenían fe, pero en 3 diferentes niveles.
Ahora, ¿cómo podemos aplicar este punto con un ejemplo actual? Bueno, hay cristianos que tienen los siguientes niveles de fe:
- El nivel de fe donde no necesitan que nadie ore por ellos, ni quieren someterse a ningún tratamiento médico, sólo les basta la Palabra, y están dispuestos y totalmente convencidos en que serán sanados sólo a creer y confesar la Palabra.
- El nivel de fe donde están convencidos de que recibirán la manifestación de sanidad que Jesucristo ha ganado, pero necesitan que otro creyente les imponga las manos y ore por ellos. Entiendan, este nivel sí es de fe, sólo que es un nivel diferente al anterior punto.
- El nivel de fe donde se sienten direccionados a creer por sanidad mientras se someten a un procedimiento quirúrgico o un plan de medicamentos. Incluso en este nivel suelen algunos cristianos programar antes de tomar cada medicamento el tomar la Santa Cena.
Lo mejor de todo, es que sin importar cuál sea el nivel de fe de cada uno, Jesucristo está dispuesto a alcanzarnos en nuestro nivel de fe. Jesucristo sólo busca que escuchemos Su Palabra, declaremos Su Palabra y actuemos confiando en Su Palabra.
No deben tratar de ponerse en situaciones diferentes a su nivel de fe, si se sienten direccionados a tomar un medicamento, tómenlo, confiando en que la Palabra de sanidad está operando en sus cuerpos; si sienten que deben ir a buscar a los ancianos de la Iglesia para que oren por ustedes, háganlo, para que ellos se pongan de acuerdo con ustedes por su sanidad, pero si sienten que Dios los impulsa a no tomar ningún medicamento, sigan esa guía interna. Pero nunca actúen presionados en el nivel de fe en el que no están.
Los espero en el próximo Artículo.
Muchas gracias Pastor por esta serie tan maravillosa. Bendiciones