Todas las decisiones traen consecuencias positivas o negativas. Día a día tenemos que tomar decisiones, incluso en situaciones triviales como qué comer o qué transporte abordar para ir a laborar, que luego nos generan consecuencias positivas o negativas. Sin embargo, si ubico las decisiones que tomamos los seres humanos en una escala de importancia, pondría, por supuesto, en primer lugar la decisión de recibir a Jesucristo como el Señor y Salvador de nuestras vidas, y en segundo lugar la decisión de con quién nos casaremos. Sí, con quién nos casaremos es la segunda decisión más importante, debido a que en el momento en el que damos el sí en el altar, ya Dios no nos hace responsables sólo de lo que suceda con nuestras vidas, sino además, de lo que suceda con el cónyuge que elegimos, porque nos verá fundidos como una sola carne.
MATEO 19:6 (RVR) “Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”
Lamentablemente la mayoría de personas en el mundo, incluyendo a cristianos, no reconocen la relevancia que tiene el elegir la persona correcta para vivir en matrimonio. De forma ignorante muchos cristianos piensan que si se hace una ceremonia delante de un Pastor, jurándose amor eterno, es suficiente para que su matrimonio sea un éxito. Y lo peor de todo es que en muchas Iglesias los Pastores no tienen problema con esos pensamientos, por lo que si alguna pareja les dice: “Pastor, nos queremos casar, y tenemos fecha para este día, para que por favor nos case”, aceptan sin siquiera alertarlos del terrible error que estarían cometiendo si no pasan por el debido proceso para saber si son realmente el uno para el otro.
A mí, como Pastor, parejas de novios me han intentado presionar para oficiar ceremonias de matrimonio sólo porque ya tienen las fechas e invitados convocados, pero no han logrado que ceda a su presión, porque tengo claro que no quiero participar de forma irresponsable de una decisión tomada a la ligera, sin que ellos estén realmente conscientes de que se estarán uniendo para fortalecerse o para destruirse. Por supuesto esas parejas aceleradas y necias no me agradecen por salvarlos de un mal matrimonio, por el contrario, sienten que soy un mal Pastor al no prestarme para sus afanes, pero no tengo problema con lo que piensen de mí, mientras mi conciencia esté limpia de que no oficié una ceremonia para unir a dos personas sólo porque ‘sienten’ que se amarán para siempre. Aunque pueda parecer exagerado, mi postura tiene fundamentos sólidos en la Palabra de Dios.
PROVERBIOS 14:1 (RVR) “La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba”
Este proverbio nos habla de dos tipos de mujeres, la sabia y la necia, las dos están casadas, pero sus diferentes formas de actuar trajeron en una casa edificación y en otra destrucción. Así que el estándar para el matrimonio va más allá de que un hombre le proponga matrimonio a una mujer y una mujer le dé el sí a un hombre. En este caso, el proverbio nos habla de dos tipos de mujer, pero no significa que la misma situación no ocurra si ponemos como ejemplo a dos tipos de hombre, y que las mujeres no se vean perjudicadas al tener a hombres necios como sus esposos, ya que también tenemos otros ejemplos en la Palabra de mujeres que se casaron con hombres necios, que de igual manera trajeron destrucción a su hogar, como por ejemplo, el caso de Nabal y Abigail (pueden leer su historia en 1 Samuel 25).
Estar casado es maravilloso, siempre y cuando se haga a la manera de Dios; no obstante, el matrimonio se puede convertir en una ‘pesadilla’ si dos personas sólo toman como estándar la cantidad de químicos que liberan sus cuerpos al verse. No podemos confundir estar ‘hormonizados’ con estar enamorados y preparados para el matrimonio.
El Apóstol Pablo sabía la gran responsabilidad y sacrificio que conlleva un matrimonio, por eso ante las preguntas que les hicieron los Corintios sobre si estaba bien que se casaran o era mejor quedarse solteros, contestó:
1 CORINTIOS 7 (RVR) “ Quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propio don de Dios, uno a la verdad de un modo, y otro de otro. Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo; pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando”
Les aclaro que el Apóstol Pablo no estaba en contra del matrimonio, incluso, si prestamos atención al pasado del Apóstol que nos permite conocer la Palabra, podemos deducir que él estuvo casado, ya que hay fuertes indicios de que fue parte del Sanedrín (Hechos 26:10), y por estatuto un integrante del Sanedrín debía estar casado, además, el Talmud describe el que un hombre Judío considerara no casarse como un acto vergonzoso. Las Escrituras no nos permiten conocer exactamente por qué el Apóstol no estaba casado desde que se narra su conversión, pero algunos eruditos han sacado dos conclusiones que no suenan descabelladas: la primera, que era viudo, y la segunda, que su esposa no aceptó su conversión y tomó la decisión de no seguir con él. No podemos asegurar cuál de las dos teorías era la correcta, pero sí que el Apóstol tenía en alta estima el matrimonio, sin embargo, tenía unas fuertes razones para desear que los que tenían el don de continencia no pensaran en casarse:
1 CORINTIOS 7:32-35 (NTV) “Quisiera que estén libres de las preocupaciones de esta vida. Un soltero puede invertir su tiempo en hacer la obra del Señor y en pensar cómo agradarlo a él; pero el casado tiene que pensar en sus responsabilidades terrenales y en cómo agradar a su esposa; sus intereses están divididos. De la misma manera, una mujer que ya no está casada o que nunca se ha casado puede dedicarse al Señor y ser santa en cuerpo y en espíritu; pero una mujer casada tiene que pensar en sus responsabilidades terrenales y en cómo agradar a su esposo.Les digo esto para su propio beneficio, no para imponerles restricciones. Mi deseo es que hagan todo lo que les ayude a servir mejor al Señor, con la menor cantidad de distracciones posibles”
El Apóstol tenía claro que el tiempo en la tierra es corto frente a la eternidad, y estaba totalmente enfocado en la labor Apostólica, así que en su caso, él necesitaba dedicar todo el tiempo posible a su llamado, por lo que gracias al don de continencia que Dios le había dado (1 Corintios 7:7,9), podía estar sin esposa, y no le representaba una carga a nivel sexual. El don de continencia es un don especial que pocos tienen, y el Apóstol lo sabía, por eso les recomendó a los Corintios que tenían el don, que no buscaran casarse, porque les daría más tiempo para servir al Señor, pero que si no poseían el don de continencia, debían comprender que un matrimonio no es sólo una ceremonia, es una gran responsabilidad que se les sumaría a sus llamados.
Dios instituyó el matrimonio, Dios desea que aquellos que no tienen el don de continencia vivan un matrimonio maravilloso, pero se requiere una ardua preparación para asumir esa gran responsabilidad. Así que no permitan que los estereotipos del mundo les generen presión, o aún sus propias familias diciendo: “¿Y para cuándo la idónea?”, el matrimonio no es sólo un sí, acepto, es la segunda decisión más importante que marca la vida de una persona.
Es por eso que me tomaré un tiempo para compartirles algunos principios que les ayudará a identificar si están preparados para el matrimonio, o si por el contrario, deben realizar ajustes antes de cometer un error que les puede salir muy costoso.
Gracias pastor excelente
Gracias, ya esperando segunda parte ☺️
Es una gran enseñanza que Nuestro Padre Celestial Dios nos dejó. Pastor muchas gracias por el mensaje, la enseñanza es muy valiosa para estos tiempos que tenemos donde todos tomamos decisiones a la ligera sin pensar en todo lo que conlleva. Muchas Bendiciones y Que Dios esté con ustedes. Amén.