Hace poco tiempo mi esposo murió de cáncer, luego de casi 3 años de padecer esta dolorosa enfermedad. A pesar de que creo firmemente que Dios siempre quiere nuestra sanidad, mi esposo fue engañado por la trampa mortal de la religión, hasta que fue vencido por ella.
Mi esposo, quien estudió teología, decía que ya había leído lo suficiente la Biblia. Él reconoció que era un pecador y que necesitaba un Salvador, pero a pesar de recibir a Jesús, no se sentía digno de ser restaurado, constantemente cargaba la culpa de sus pecados, se ubicó bajo la Ley, por lo tanto, la conciencia de pecado le arrebató la verdad que se encuentra en la maravillosa obra de nuestro Señor Jesucristo: que por Gracia nos libró de toda maldición.
Él creía para salvación, pero por más de que yo buscaba una y otra vez que la Semilla (La Palabra) de sanidad no fuera arrebatada del corazón de mi esposo, simplemente él no podía aceptar que Dios le diera sanidad por Gracia, y eligió la muerte. Él pensaba que declarar sanidad era manipular la voluntad de Dios, y que de esa forma estaría cometiendo un pecado mayor. Es decir, mi esposo no reconocía la autoridad que tenía al haber recibido a Jesucristo como Señor y Salvador. Él sí creía que Dios tenía todo el poder para sanarlo, pero dudaba que Dios lo considerara digno de sanarlo por la culpa que cargaba de sus pecados.
Aunque yo estuve a su lado hasta los últimos momentos, confiando en la grandeza y el poder de Dios, él no dejaba de desear morir, para descansar de su sufrimiento. Sé que mi esposo ahora está descansando en la Presencia del Señor, pero también sé que nunca dio la batalla de fe, porque fue engañado por la religión. No puedo juzgarle, pero entendí que a pesar de que Dios nos ha entregado todas las herramientas que necesitamos para tomar la victoria de Jesucristo en la cruz, si no nos disponemos, simplemente no activaremos la manifestación de Su victoria. A pesar de todo lo difícil que fue ese tiempo, le doy gracias a Dios porque Su fuerza nos sostuvo como familia.
JUAN 10:10 (RVR) “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”
Este versículo que nuestros Pastores repiten constantemente, realmente nos muestra la importancia que tiene el que dividamos correctamente las Escrituras, para tomar la posición y acción correcta ante cada situación de nuestra vida. El enemigo quiere destruirnos, y golpeó muy fuerte mi familia, pero permanezco firme eligiendo cada día creerle a Dios, y sólo a Él.
Con la muerte de mi esposo no paró el ataque del enemigo, continuó esta vez viniendo a atacar mi salud. Empecé durante meses a tener malestar estomacal y vómito cada vez más constante, debido a una gastritis “supuestamente adquirida por la tarea de cuidadora en el proceso de mi esposo”, hasta que terminé en el Servicio de Urgencias del Hospital en estado de deshidratación severa.
Quiero ser sincera, y es que a pesar de que fui ingresada de urgencias, pensé que simplemente los síntomas se irían, y no tomé autoridad sobre ellos; sólo fue hasta que me vi en un reingreso a urgencias que dije: “Esto no es normal”. Ya no era deshidratación, habían hecho muchos exámenes, y tenía alteradas todas las cifras de un hemograma, la hemoglobina marcaba 5mg y hablaron de una situación donde mi vida estaba en riesgo. Sin embargo, después de 12 días de hospitalización me dieron de alta porque vieron algunos signos de mejoría en los chequeos médicos.
Pero, en el transcurso de 14 días, al contrario de estar totalmente recuperada, regresé conduciendo al Servicio de Urgencias, e ingresada en condición crítica —con una hemoglobina de 4.8, asfixiada, amarilla, algo desorientada—. Luego de varios análisis, el especialista de hematología me informó que tenía todas las cifras del hemograma alteradas, recuerdo textual que había ausencia en producción de vitamina B12 y que debían hacer una nueva transfusión, pero al hacer las pruebas de mi sangre con la que se iba a usar, evidenciaba un proceso de hemólisis, dónde los glóbulos rojos se desgastan, no están en condiciones de repararse y se destruyen, lo cual es un gran impedimento para una transfusión. Así que debía estar con oxígeno, en cama, sin permiso de levantarme, debían poner medicamentos para bajar mis defensas y por ello aislarme, mientras me hacían pruebas de leucemia, linfoma no Hodgkin (que es un cáncer que comienza en los glóbulos blancos) y otros más; y por ello fui sometida a un raspado de médula ósea.
El médico empezó en medio de todo a explicarme que iba a tener complicaciones, cómo problemas cognitivos con dificultades de memoria, posible infarto, falla hepática, falla renal, que debía de ahí en adelante y el resto de mi vida a utilizar muchos medicamentos. La verdad, en ese momento, dejé de escuchar todas esas malas noticias, para empezar a decir: “No lo recibo, no es mi situación, usted es médico, pero yo sé a qué Dios le he servido, y Él es quien tiene la última palabra”. El médico quería seguir hablando, pero yo sólo le dije que estaba tranquila y que eso no me pasaría, pero que continuara haciendo su trabajo como médico, que yo lo autorizaba, sólo que no le recibía todas esas declaraciones sobre mí, porque Dios podía cambiarlo todo.
Hemos sido entrenados con las maravillosas enseñanzas que Dios dirige a través de los Pastores Rafael y Adriana Lemes, ellos nos han enseñado la importancia de renovar nuestra mente a lo que la Palabra dice sobre nosotros, nos han enseñado a pararnos firme, usando el poder de la imaginación para traer a la esfera natural todo aquello que está disponible para nosotros en la esfera espiritual. Así que me paré firme y declaré: “La sanidad es mía y nada me la arrebata, porque creo firmemente que Dios puede y quiere sanarme”, y con autoridad dije: “No más, esto es ilegal en mí, se tiene que ir”, mientras me apropiaba de los versículos como: Juan 10:10, Isaías 53:4-5, Hebreos 12:2 y Marcos 11:22 – 23.
Mi hija que estuvo conmigo, los 15 días que estuve hospitalizada, ella fue un gran apoyo, se mantuvo firme conmigo declarando mi sanidad, y cuando sentía que estaba debilitándome, ella me fortalecía recordándome la autoridad que tenía para seguir adelante creyendo por la manifestación de sanidad.
Hoy estoy completamente sana, los médicos no tienen explicación de por qué no hay rastro de enfermedad, no tomo medicinas, estoy estable en todas las áreas, y más fuerte, pero yo sí tengo una explicación, y es que soy heredera de sanidad y recibí la vida en abundancia que Jesucristo me ha dado. Estoy convencida de que si lo hizo conmigo una y otra vez, lo va a hacer contigo, tú debes tomar lo que la Gracia te ha dado.
TESTIMONIO DE: ELIANA IVONNE TAMAYO ALVAREZ – MIEMBRO Y SERVIDORA DE IGLESIA PALABRA PURA.
ALELUYA. 👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼
DIOS ES BUENO TODO EL TIEMPO 💓💓💓👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼
AMÉN, AMÉN Y AMÉN.
GRACIAS HERMANA QUÉ TESTIMONIO.
SOMOS MÁS QUÉ VENCEDORES EN CRISTO JESÚS 🙌 AMÉN.
Bendito sea EL Dios y padre que cumple sus promesas. NÚMEROS 23:19
Dios no es hombre, para que mienta,
ni hijo de hombre para que se arrepienta.
Él lo ha dicho, ¿y no lo hará?
Ha ahablado, ¿y no lo cumplirá? Gracias Dios quien como tú , a quiene iremos si no a Ti Dios ….gracias por su sanacion y las que harás con tus hijos . ELIANA que fiel y absoluto es EL . Esto nos lleva a quienes creemos en esta esperanza contra esperanza a fortalecer más nuestra Fe no estamos solosss🥳🥳🥳🥳🥳🥳🙏🙏🙏🙏gracias ,gracias por compartir .
Amén amén y amén