Iglesia Palabra Pura
  • 1 noviembre, 2024
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FUI SANADA DE UNA GRAVE QUEMADURA

Mi nombre es Maria Victoria Marín, soy miembro de la Iglesia desde que se estableció en la ciudad de Pereira, y asisto junto a mi familia. Quiero testificar del proceso de sanidad que Dios manifestó en mi vida luego de un accidente en una actividad de celebración.

El día 7 de septiembre de este año, me encontraba en una finca junto a los empleados de mi empresa celebrando el día del amor y la amistad. Para celebrar habíamos decidido hacer un sancocho, pero no en el fogón tradicional de las cocinas, sino en uno improvisado sobre el piso, realizado con ladrillos y leña para que se generara mayor fuego y el agua del sancocho hirviera mucho más rápido.  

Por lo tanto, armamos el fogón improvisado y empezamos a ingresar a la olla algunos ingredientes del sancocho, hasta que llegó el momento de agregarle una carne que habíamos pitado previamente en otra olla a presión, por lo que agarré la olla llena de carne, que por supuesto estaba muy caliente, y me dirigí hacia el fogón del sancocho, que para ese momento tenía muchísima candela, haciendo que la olla del sancocho estuviera en un alto estado de ebullición.

Cuando me acerqué para echarle la carne a la olla del sancocho, me paré sobre una de las tablas que estaban usando como leña, y me deslicé directamente hacia la olla hirviendo. En cuestión de segundos, me visualicé cayendo en la olla, con mi piel, sobre todo mi cara, destruida y achicharronada, por lo que mi reacción inmediata fue declarar el Salmo 118:17, que dice: “No moriré, sino que viviré y contaré las obras del señor”, y seguí en cuestión de segundos diciendo: “Dios mío, Sálvame, Jesús, Tú me salvas”.

Quiero narrarles que algo impresionante ocurrió cuando pronuncié esa oración; sentí que me levantaban del cuello y cambiaron la dirección en la que iba directo a la olla con todo ese fuego. En ese momento, caí retirada de la olla del sancocho, pero como llevaba otra olla con agua caliente en las manos, parte de su agua hirviendo me cayó en un lado de mi cara, incluyendo mi ojo.

Las personas que me acompañaban, al ver como quedó mi cara luego de recibir esa quemadura por agua hirviendo, comenzaron a gritar y a tratar de hacer algo para ayudarme. Pero yo en ese momento estaba en paz, porque sabía que Dios me había librado de caer sobre el fogón con esa gran olla hirviendo, y por lo tanto, creía que Dios manifestaría Su sanidad sobre mi rostro, y así me visualizaba.

Así que me levanté de inmediato, y me senté, y con paciencia empecé a echarme agua en la cara una y otra vez. Mientras tanto yo escuchaba a las otras personas gritar asustadas porque estábamos en una finca muy retirada de cualquier clínica: “¿Qué hacemos? ¿Cómo está? Mírenle la cara. ¿Qué vamos a hacer?”; pero, aunque me dolía la quemadura de una forma impresionante, estaba en calma, porque internamente tenía la certeza, la seguridad, de que Dios iba a manifestar Su sanidad en mí.

Entonces, oré de esta forma: “Espíritu Santo, muéstrame qué hacer”. Y fue en ese momento que tuve un sentir en mi espíritu, que me decía que debía aplicarme sábila. Así que le dije a mi hermana: “Écheme sábila”, y ella salió a buscar sábila y junto a otras personas empezaron a echarme muchísima.

Luego puse mi cabeza en una llave que arrojaba agua para que me cayera directamente. Fue en ese momento de tanta angustia para todos los que veían mi rostro rojo, que mi hermana dijo: “Vicky, oremos”. Mi hermana no sabía que yo ya venía orando hace mucho rato apropiándome de la sanidad, pero alegró mi corazón saber que mi hermana también sabía que sólo Dios podía ayudarme, me sentí respaldada en oración.

Cuando lograron ubicar un carro para trasladarme a una clínica, salí junto a mi hijo y mi hermana, y aunque ellos no me decían nada, me miraban con su rostro pálido. No les puedo describir el dolor que sentía en ese recorrido que duró 40 minutos, era impresionante, pero aun así yo tenía paz, ni siquiera derramé una sola lágrima. Mientras sentía tanto, oraba internamente: “Señor, Tú eres mi fortaleza. Jesús, Tú me sanas. Por las llagas de Cristo soy sana. Y repetía constantemente: “Reclamo mi sanidad, que Jesús ganó en la cruz por mí. Y sé que mi ojo volverá a ver. Sé que mi piel se restaurará, porque a los que aman a Dios, todas las cosas le ayudan a bien. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Cuando llegué a la clínica, el médico que me vio inmediatamente me colocó morfina, porque sabía el dolor tan intenso que estaba sintiendo, porque la quemadura que tuve fue de casi segundo grado. Luego, seguí en mi casa reposando durante el tiempo de recuperación de mi piel.

Realmente es en momentos así, que sabemos que tenemos que seguir firmes sin importar lo que veamos exteriormente, y es por eso tan importante prepararnos alimentándonos con la Palabra de Dios, porque fue allí donde empecé a tener una lucha interna, con mis pensamientos, entre lo que creía y lo que percibía exteriormente, porque me sentía confrontada con el estado de mi ojo y mi piel lastimada. Pero seguí firme.

Hoy quiero testificar que Dios manifestó Su sanidad en mi cuerpo. En sólo 5 días, en los que estuve en oración y en meditación y declaración de la Palabra, mi ojo y mi piel fueron restaurados, y sé que fue Dios, porque este tipo de quemadura que sufrí, naturalmente no se recupera fácilmente, ni mucho menos en ese tiempo tan corto, además, que no quedé con cicatriz alguna, y mi piel quedó incluso mejor que antes, suave como la de un bebé.

Así como declaré cuando iba directo hacia la olla hirviendo, que contaría las maravillas de Dios, hoy les cuento esta revelación de Sus maravillas en mi cuerpo, fui sanada de esa grave quemadura.

Por eso también quiero agradecer a Dios por todos estos 9 años de enseñanza de la Palabra que he recibido en Iglesia Palabra Pura, que me han alimentado y fortalecido para pararme firme y apropiarme de lo que Jesús ganó por mí.

¡Hoy testifico de las maravillas de Dios en mi vida!

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