Iglesia Palabra Pura

Cuando el Gobernador Romano Sebaste, de Turquía, leyó en público el decreto que el Emperador Licinio (320 d.C.) emitió, donde se ordenaba el inmediato castigo de todos los oficiales de su ejército que no estuvieran ofreciendo sacrificios a los dioses del Imperio Romano, se encontró con cuarenta soldados que se declararon únicamente fieles a Jesucristo.

Movido por la ira, Sebaste, ordenó que los soldados fueran echados, sin sus ropas, a un lago congelado en la noche, y que cerca de este lago colocaran un estanque con agua tibia para que a él corrieran todos aquellos que para evitar el castigo negaran su fe en Cristo.

El Gobernador tenía gran expectativa de cómo la tortura que ordenó haría cambiar de opinión a los soldados, por eso dijo: “¡Vamos a ver hasta cuándo ustedes pueden soportar para no negar a ese tal Jesús!”. No obstante, estos 40 hombres se tomaron de las manos y empezaron a cantar himnos a Jesucristo, animándose unos a otros con pasajes Bíblicos.

Luego de un tiempo, dentro del helado lago, un soldado gritó desesperado: “No soporto más este frío! ¡Estoy muriendo congelado!”, y aunque el resto de soldados que se tomaban de las manos trataron de alentarlo a perseverar, con palabras como: “… Soporta un poco más y estaremos con Él (Jesús) para siempre”, este hombre finalmente decidió salir del agua, mientras los otros 39 seguían tomados de las manos.

Lo impresionante es que cuando salió el hombre que no soportó la tortura, y terminó negando a Jesucristo, uno de los guardias inspirado por la fe de los otros 39 hombres, dijo: “Tú podrás salir, pero yo entraré y ocuparé tu lugar”, y arrepentido se arrodilló para recibir a Jesucristo, como Su Señor y Salvador, y después se unió a los 39 hombres condenados. Esa noche los 40 soldados cantaron himnos hasta que murieron congelados.

Hace varios años, cuando enseñé versículo por versículo la Primera Carta de Pedro, expliqué que hay 2 tipos de sufrimiento, el merecido y el inmerecido. El sufrimiento merecido es el que viene a causa de la desobediencia, y el inmerecido es el que viene por la persecución. Precisamente los 39 soldados, de la historia anterior, sufrieron de forma inmerecida hasta la muerte, sin embargo, su fe firme logró inspirar a otro soldado Romano hasta el punto que él terminó decidiendo ser parte de los martirizados por causa de Cristo. Este hombre no vio a los 39 como los pobres hombres condenados, sino como los 39 hombres victoriosos, que no se rendían porque su mirada estaba en algo mucho más valioso que la vida misma en la tierra.

Esto nos debe llevar a meditar sobre cómo impactamos a otras personas con nuestra reacción en fe, no sólo frente a las buenas noticias, sino, además, frente a los malos reportes o circunstancias.

Sí, en los malos reportes o circunstancias también podemos testificar de nuestra fe en Dios y Su Palabra, pues somos creyentes que pelean cada situación desde la victoria ganada por Jesucristo en la cruz.

Al no entender esto, muchos creyentes se desaniman o se avergüenzan cuando pasan por situaciones que retan su fe, y se preguntan: “¿Por qué a mí? ¿Ahora cómo podré orar por esta persona si precisamente estoy pasando por la misma situación?”, pero esto es sólo desconocimiento de la verdad acerca de la victoria asegurada en Cristo. Porque si bien es cierto podemos atravesar por las mismas situaciones difíciles que viven otras personas sin Cristo, no nos amoldamos a esas situaciones, porque debemos saber que son temporales, pues Dios nos ha dado las herramientas para salir de ellas en victoria.

Si sólo pudiéramos testificar con ánimo cuando pasamos por situaciones positivas, entonces, tendríamos que decir que el Apóstol no tuvo por qué escribir 5 de sus cartas que hoy tenemos, totalmente inspiradas por el Espíritu Santo, para nuestro Beneficio, pues fueron escritas desde la Prisión (Efesios, Filipenses, Colosenses, Filemón y 2 Timoteo), sin embargo, el Apóstol no se avergonzaba de su estado temporal, pues sabía que no era un sufrimiento por desobediencia, él entendía que en el mundo pasamos por situaciones que retan nuestra fe, por eso con ánimo alentaba a los demás:

FILIPENSES 4:6-7 (NTV) “No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús”

Nuestro estado no determina nuestra posición; el hecho de que atravesemos por situaciones difíciles no somos esa situación difícil, no somos lo que vivimos en sí, sino lo que la Palabra dice de nosotros.

El hecho de que en algún momento tengamos que enfrentar, por ejemplo, un síntoma de enfermedad, no somos enfermos tratando de ser sanados, por lo tanto, no tenemos por qué caer en el desánimo o en la vergüenza; ya que en realidad en Cristo somos sanos enfrentando síntomas ilegales en nuestro cuerpo. Es por eso que el Apóstol Santiago nos dijo que nos alegráramos cuando nos enfrentáramos a cualquier tipo de problemas:

SANTIAGO 1:2-3 (NTV) “Amados hermanos, cuando tengan que enfrentar cualquier tipo de problemas, considérenlo como un tiempo para alegrarse mucho porque ustedes saben que, siempre que se pone a prueba la fe, la constancia tiene una oportunidad para desarrollarse”

Sé que para muchos cristianos es muy difícil entender la aplicación de este versículo, pues les parece contradictorio cómo podrían alegrarse por enfrentar un problema. Pero todo cobra sentido cuando un cristiano entiende que su posición es mayor al problema, y que esa prueba  no lo derribará, sino que terminará ayudándolo a ejercitar su fe, ya que finalmente, no lo moverá de su posición de victoria.

A pesar de que los problemas se vean como gigantes, no pueden olvidar que Dios es mucho más grande; es mas, la Palabra dice que Él se levanta a nuestro favor como poderoso gigante.

JEREMÍAS 20:11 (RVR) “Mas Jehová está conmigo como poderoso gigante…”

Esto lo entendió David, y por eso no se intimidó por la altura, fuerza, palabras y armas de Goliat; pues sabía que si Dios estaba por Él, aquel gigante natural, Goliat, caería, y junto con él todo el ejército Filisteo:

1 SAMUEL 17:45-46 (RVR) “Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel”

David se vio en victoria antes de apuntarle con la honda a la cabeza de Goliat, y su fe en Dios logró inspirar al ejército de Israelitas que estuvo por 40 días intimidado.

1 SAMUEL 17:52 (RVR) “Levantándose luego los de Israel y los de Judá, gritaron, y siguieron a los filisteos hasta llegar al valle, y hasta las puertas de Ecrón. Y cayeron los heridos de los filisteos por el camino de Saaraim hasta Gat y Ecrón”

El ejército de Israel y Judá fueron inspirados por la fe de David. Así mismo, ustedes deben saber que el mismo Dios que le dio la victoria David, es el mismo Dios que nos ha dado a los creyentes la victoria, y cada vez que enfrentemos un problema o incluso un gigante problema, nunca será más grande que Dios. Ese problema es temporal, está vencido en Cristo Jesús, por lo tanto, nuestra responsabilidad es movernos por la fe, y no sólo nuestra fe puesta en Dios manifestará la victoria, sino que logrará que otros que nos observan desde la barrera sean impactados e inspirados para caminar también por fe. Vayan e inspiren a los demás con su fe  puesta en Dios.

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