PROVERBIOS 23:7 (LBLA) “pues como piensa dentro de sí, así es…”

He leído muchas biografías de personas exitosas a lo largo de la historia, y una constante que se repite en todas ellas es la lucha interna que tuvieron que enfrentar para superar el entorno o las circunstancias que los rodeaban. Todos los seres humanos, sin importar su clase social, tienen el mismo potencial para lograr lo que se propongan alcanzar. La clave para liberarse de las limitaciones siempre estará en cambiar la forma en que nos vemos a nosotros mismos, especialmente cuando esta visión es negativa.

El pasado negativo de una persona, si se lo permite, puede influir de manera destructiva en sus pensamientos, luego en sus palabras y, finalmente, en sus acciones. Cuando el pasado tiene más fuerza que los sueños y la visión de futuro, se pierde el propósito de la vida. El pasado será tan poderoso como nosotros permitamos que lo sea. Como dijo Albert Einstein: “El mundo que hemos creado es el producto de nuestro pensamiento; no puede cambiar si no cambiamos nuestra forma de pensar”.

El impulso que nos permite reenfocar nuestras vidas, tanto a nivel personal como profesional, es tener una visión clara y un propósito definido, los cuales nos permitirán superar cualquier obstáculo, sea del pasado, del presente o del futuro. Las personas que logran cumplir sus metas no lo hacen porque no enfrenten barreras, sino porque aprenden a superarlas. La física cuántica ha demostrado que la raíz de todas las cosas es la energía, lo que incluye también nuestros pensamientos. Al ejercer poder sobre nuestros pensamientos, estamos creando nuestra realidad de forma deliberada, y estos pensamientos se reflejan inevitablemente en nuestras palabras.

Hace un tiempo, leí una frase que me pareció muy profunda: “Vivimos nuestras vidas dentro de los límites de nuestra mente”. Esta verdad nos enseña que nuestros pensamientos, expresados en palabras, han moldeado nuestra vida tal como es ahora.

Una de las claves más importantes para el éxito está en la Biblia, en el libro de Santiago, que nos dice que el hombre puede controlar grandes barcos, que aunque son arrastrados por vientos fuertes, se gobiernan con un pequeño timón. De igual manera, si quieres guiar a un caballo, debes colocarle un freno en la boca, porque aunque la lengua es un miembro pequeño, es la que debe dominarse para dirigir el cuerpo a la perfección (Santiago 3:2-5). ¡Qué sabiduría tan profunda hay en estos pasajes! Aquí resumí lo que los líderes aplican y lo que aquellos que fracasan no hacen: reconocer y cuidar el poder de las palabras, que son las que nos han llevado a donde estamos.

Hoy, nosotros somos el resultado de las decisiones que tomamos en el pasado, y esas decisiones se expresaron a través de nuestras palabras. Las batallas más grandes se pierden a un centímetro de distancia, en la lengua. Pero igualmente, la victoria en todo lo que deseamos se ganará a través de ella.

En nuestra vida diaria, cuando alguien nos pregunta: “¿Cómo estás?”, y respondemos: “Fatal, aburrido, triste, decaído, mal”, el poder de esas palabras negativas rodearán nuestra situación. Por eso, en lugar de dar esas respuestas, deberíamos responder: “Excelente, muy bien, de victoria en victoria”, para que el poder de esas palabras positivas abran el camino hacia el futuro que esperamos.

Cada palabra debe estar cargada de positivismo, de superación, de propósito, de esperanza y de significado, incluso en medio de la oposición. Si el ser humano supiera que su futuro depende de lo que dice hoy, tal como su presente depende de lo que dijo en el pasado, cuidaría cada respuesta que da, porque nuestras palabras tienen un poder creador.

Como dijo Dale Carnegie: “Recuerda, la felicidad no depende de quiénes somos o lo que tenemos, sino exclusivamente de lo que pensamos”.