Jesús dijo una vez a un grupo de Judíos:
JUAN 8:31 (DHH) “Si ustedes se mantienen fieles a mi palabra, serán de veras mis discípulos”
Esta afirmación revela una distinción crucial: existe una diferencia entre simplemente creer y ser un verdadero discípulo. Creer es el punto de partida, pero cuando se pasa a ser discípulo comienza el verdadero cambio.
Un discípulo no es solo alguien que escucha; es alguien que sigue, aprende y practica lo que Jesús enseñó. Es al hacer esto que comenzamos a experimentar la verdad que nos libera. El conocimiento por sí solo no basta; es la aplicación de ese conocimiento lo que trae libertad y transformación.
Santiago, en su Carta, nos advierte sobre el peligro de ser “solo oidores”. Lo compara con alguien que se mira en un espejo y olvida inmediatamente su aspecto:
SANTIAGO 1:23-24 (RVR) “Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, este es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era”
Esta es una gran analogía de lo inútil que es escuchar la Palabra de Dios sin ponerla en práctica. Piénsenlo: si al mirarse al espejo, notaran algo extraño en su apariencia, ¿se marcharían sin arreglarlo? ¡Claro que no! Sin embargo, eso es exactamente lo que sucede cuando alguien escucha la Palabra de Dios, pero no la aplica en su vida.
Sin embargo, tengan en cuenta que esta negativa a aplicar la Palabra no es producto de falta de comprensión, sino de falta de voluntad para hacer lo que agrada a Dios. Por ejemplo, muchos creyentes a pesar de que saben que la Biblia nos indica que no podemos estar en yugo desigual con los incrédulos, cuando se sienten atraídos por incrédulos, tratan de disimular su desobediencia con: “¿Es que no sé realmente cómo ese versículo aplica en mi caso?”. La verdadera pregunta no es cómo, sino si estamos dispuestos a obedecer incluso cuando sea difícil por el amor que declaramos tener hacia nuestro Dios.
Jesús hizo una profunda declaración sobre la conexión entre el amor y la obediencia, y continuó diciendo que Él mismo hace exactamente lo que su Padre le ha mandado, demostrando así su amor por Él:
JUAN 14:21, 31 (RVR) “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él… Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago…”
Esto nos desafía a examinar nuestro corazón. Si verdaderamente amamos a Dios, naturalmente querremos hacer lo que Él dice. Nuestra obediencia no se trata de ganarnos el amor de Dios; más bien, es la manifestación natural de nuestro amor por Él.
Es hora de que todos marquemos la diferencia en este mundo. Es hora de mostrarles a nuestras familias, amigos, compañeros de trabajo y a todos los que nos rodean cómo es no solo escuchar la Palabra de Dios, sino vivirla a diario.
Al hacer esto, experimentaremos a Cristo manifestándose en nuestras vidas de maneras poderosas. Caminaremos en Su verdad, y esa verdad —experimentada, no solo conocida— nos hará libres.
Así que, pregúntense: ¿Qué parte de la Palabra de Dios han estado escuchando pero no practicando? Sea lo que sea, den hoy ese paso de obediencia. Pasen de ser oidores a hacedores de la Palabra.
No se trata de perfección, sino de dirección. Cada paso de obediencia, por pequeño que sea, es un paso más hacia la plenitud de vida que Cristo promete. Al alinear nuestras acciones con nuestras creencias, construiremos nuestras vidas sobre el fundamento inquebrantable de la verdad de Dios.
¿Están preparados no solo para celebrar la Palabra de Dios, sino para vivirla? La decisión es suya. La invitación está abierta. ¿Serán solo un oyentes o también hacedores de la Palabra? Demostremos al mundo lo que realmente significa seguir a Cristo, no solo con palabras, sino con hechos. Un viaje de mil millas comienza con un solo paso. ¿Cuál será su primer paso de obediencia hoy?