Iglesia Palabra Pura

En un mundo lleno de incertidumbre, crisis económicas y desafíos constantes, ¿dónde podemos encontrar verdadera estabilidad? La respuesta reside en un Libro antiguo que ha resistido la prueba del tiempo: la Biblia. La Palabra de Dios no es solo una colección de historias y enseñanzas morales; es una fuerza viva y emocionante que tiene el poder de transformar nuestras vidas si realmente la creemos y la ponemos en práctica.

Consideren esta profunda verdad que se encuentra en 1 Tesalonicenses 2:13 (NTV):

Por lo tanto, nunca dejamos de darle gracias a Dios de que cuando recibieron su mensaje de parte nuestra, ustedes no consideraron nuestras palabras como solo ideas humanas. Tomaron lo que dijimos como la misma palabra de Dios, la cual, por supuesto, lo es. Y esta palabra sigue actuando en ustedes los que creen

Este versículo revela una idea crucial: la eficacia de la Palabra de Dios en nuestras vidas depende de cómo la recibamos. Cuando consideramos las Escrituras como mera sabiduría humana, Su poder es limitado. Pero cuando las aceptamos como las mismas palabras de Dios, se convierten en un catalizador para la transformación.

La Biblia misma declara Su naturaleza en el Salmo 119:89 (DHH):

Señor, tu palabra es eterna; ¡afirmada está en el cielo! Se mantiene firme en el cielo

A diferencia de las circunstancias siempre cambiantes de nuestro mundo, la Palabra de Dios permanece constante. Es un ancla en las tormentas de la vida, un cimiento inquebrantable. Mientras los pronósticos económicos fluctúan y las normas sociales cambian, las verdades que se encuentran en las Escrituras son eternas e inmutables.

Pero ¿qué significa vivir verdaderamente según la Palabra de Dios? Significa elegir creer lo que Dios dice por encima de lo que dictan nuestras circunstancias. Significa actuar con fe, incluso cuando el mundo nos presiona para que nos ahoguemos en el caos. Este principio se ilustra bellamente en la historia de Pedro caminando sobre el agua (Lean Mateo 14:22-33).

Imaginen la escena: un grupo de discípulos, luchando contra vientos huracanados en una pequeña barca en el Mar de Galilea. En medio de su lucha, ven a Jesús acercarse, caminando sobre el agua. Mientras la mayoría de los discípulos se encogen de miedo, Pedro hace una petición valiente: «Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua». La respuesta de Jesús es sencilla pero profunda: «Ven».

En ese momento, Pedro tuvo que elegir. Podía quedarse en la relativa seguridad de la barca o adentrarse en las olas embravecidas, confiando en la Palabra de Jesús. Pedro eligió la fe. Bajó de la barca y, desafiando todas las leyes naturales, comenzó a caminar sobre las aguas.

Esta historia nos reta a examinar nuestras propias vidas. ¿Cuántas veces nos quedamos en nuestras “barcas” de comodidad y seguridad, viendo a otros experimentar la victoria ante lo que parecía imposible? ¿Cuántas veces nos hemos perdido lo mejor de Dios por miedo a creer en Su Palabra?

Lo cierto es que la invitación de Dios a “venir” se extiende a cada uno de nosotros. Nos llama a salir de nuestra zona de confort, a confiar en Su Palabra más que en nuestro propio entendimiento o en las opiniones de los demás. Al hacerlo, nos posicionamos para experimentar lo sobrenatural en nuestra vida diaria.

¿Sabían que el versículo que está justo en la mitad de la Biblia es el Salmo 118:8? Bueno, este  versículo dice:

Es mejor confiar en el Señor que confiar en el hombre

Esta ubicación no es casual. En el corazón mismo de las Escrituras, encontramos una invitación a confiar en Dios por encima de todo. Es un recordatorio de que, si bien la sabiduría humana tiene su lugar, la seguridad y el éxito definitivos provienen de alinear nuestras vidas con la verdad de Dios.

Vivir según la Palabra de Dios no significa que nunca enfrentaremos desafíos. Pedro comenzó a hundirse cuando apartó la mirada de Jesús y se concentró en el viento y las olas que lo rodeaban. Pero incluso en ese momento de duda, Jesús estuvo allí para levantarlo. Lo mismo aplica para nosotros. Cuando tropezamos o flaqueamos en nuestra fe, la mano de Dios siempre está extendida, lista para levantarnos.

Aceptar la Palabra de Dios como verdad a menudo implica ir en contra de las normas y expectativas sociales. Puede implicar tomar decisiones que a otros les parecen insensatas, pero que se alinean con los principios Bíblicos. Por ejemplo, optar por la generosidad durante una crisis económica o perseguir un propósito divino cuando todos los demás levantan críticas.

Recuerden, la Palabra de Dios es de origen sobrenatural, de duración eterna, de valor inexpresable, de alcance infinito, de poder regenerativo, de autoridad infalible, de aplicación universal, inspirada en su totalidad. Cuando nos acercamos a la Escritura con esta comprensión, se convierte en una fuerza transformadora en nuestras vidas.

En un mundo de incertidumbre, la Palabra de Dios ofrece una verdad inquebrantable. En un mar de opiniones cambiantes, proporciona un fundamento sólido. Y ante circunstancias aparentemente imposibles, nos capacita para hacer lo extraordinario: caminar sobre el agua, por así decirlo.

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