
“Dios me hizo ver Su justicia obrar”
Soy Ángela Hernández, miembro de Iglesia Palabra Pura desde hace aproximadamente cuatro años. Quiero compartirles un testimonio sobre una experiencia laboral compleja y dolorosa, que, con el tiempo, se transformó en una oportunidad para ver la justicia de Dios obrando en mi vida.
Hace algún tiempo fui contratada por una empresa vinculada a una fundación relacionada con una universidad reconocida en la ciudad de Pereira. La persona que me contrató iba a dejar su cargo porque se iría a trabajar a otra entidad del estado de mucho prestigio, por lo que debía entregarme sus responsabilidades. Desde el principio noté que las cosas no eran del todo transparentes. Esta persona, que aún tenía poder dentro de la organización, comenzó a pedirme que hiciera cosas con las que yo no estaba de acuerdo y que claramente eran ilegales.
Una de esas acciones consistía en inflar los honorarios de sus hermanas, registrando más horas de trabajo de las que realmente cumplían. Yo, con plena conciencia de mis valores, me negué. Le hice saber que no estaba dispuesta a participar en ninguna práctica deshonesta. Además, esta persona intentó crear un ambiente tóxico entre compañeras, hablando mal de otras empleadas para que yo las viera con desconfianza. Sin embargo, decidí no prestarme para eso y, por el contrario, me esforcé por ser una buena compañera con todas.
Mi integridad le molestó profundamente. Como no cumplí sus expectativas —esperaba que encubriera sus actos y que quedara yo como la mala de la historia—, decidió despedirme. La carta de despido fue firmada por la representante legal, aunque claramente estaba influenciada por ella. Consideré que el despido era completamente injustificado, ya que yo solo había actuado conforme a la ley y a mi conciencia.
Intenté defenderme, enviando un derecho de petición a la empresa, pero aun así fui despedida “por la puerta de atrás”. Más adelante, esta persona comenzó a levantar calumnias en mi contra: que me había robado documentos, que tenía llaves que no debía poseer, que había manipulado plataformas de forma indebida. Acusaciones serias, sin pruebas, que ponían en juego no solo mi reputación, sino mi libertad.
Frente a esta situación, tomé acciones legales. Puse las denuncias correspondientes y acudí a las instancias necesarias. En medio de todo esto, recibí el apoyo de varias compañeras, quienes redactaron una carta dirigida a la representante legal exponiendo que, en realidad, la mala conducta venía de parte de la otra persona. Sin embargo, esta carta no tuvo efecto, y muchas compañeras prefirieron callar por miedo a represalias.
Me sentí sola, pero nunca dejé de confiar en Dios. Oré, pedí oración en mi Iglesia Palabra Pura, y me aferré a las Promesas que Él me había hecho. Sabía que, aunque la justicia humana tarda, la justicia divina no falla.
Luego de un tiempo, se celebró la audiencia sobre mi caso, ¡y Dios me hizo ver Su justicia obrar! Fue un proceso mucho más sencillo de lo que imaginaba. Dios abrió las puertas: el juez falló a mi favor, las personas de la empresa tuvieron que retractarse de todas las acusaciones y fui indemnizada.
Desde entonces, Dios ha sido más que fiel. Me ha bendecido con nuevas oportunidades laborales. No solo tengo un trabajo, sino que en ocasiones he tenido hasta cuatro contratos a la vez. Ahora me llegan ofertas sin buscarlas, y hasta me toca rechazar algunas por falta de tiempo. Es maravilloso ver cómo Dios abre puertas que antes parecían cerradas.
Quiero compartir este testimonio para la Gloria y Honra del Señor. Muchas veces sentimos que, porque las respuestas no llegan de inmediato, Dios no nos está escuchando o que hicimos algo mal. Pero no es así. Su tiempo es perfecto. Y cuando llega, lo hace con abundancia.
También quiero animar a todos los que asisten a la Iglesia a que crean firmemente en el poder de la oración congregacional. Yo misma pedí oración antes de la audiencia, y estoy convencida de que esas oraciones fueron clave para mi victoria. No subestimemos esos momentos en los que un líder de la Iglesia ora por nosotros: Dios obra poderosamente.
Hoy testifico con gratitud. Dios me reivindicó, me honró, y me mostró que la fidelidad y la fe nunca son en vano.
Felicidades por creerle a la palabra dada para l9s santos y por ser fiel a esas promesas. Nuestro amado Salvador y Señor le este bendiciendo siempre.
Gloria a Dios todopoderoso, Amén Amén Amén.
Muchas bendiciones para todos ustedes hnos