Iglesia Palabra Pura
  • 25 julio, 2025
  • Iglesia Palabra Pura
  • 0

Cuando Dios Abre la Puerta

Hola, mi nombre es Diego Vargas. Soy miembro de Iglesia Palabra Pura desde hace aproximadamente siete años, y quiero compartir cómo Dios me sorprendió con una puerta laboral que, aunque parecía cerrada, Él abrió de una forma que solo Él podía hacer.

El año pasado tomé la decisión de independizarme. Dejé un empleo estable en una constructora y comencé un proyecto de ventas de inmuebles y crédito hipotecario para Colombianos en el exterior. Luego me di cuenta que cometí errores de cálculo, y los resultados no fueron los esperados. La presión económica crecía, así que comencé a orar con intensidad, buscando dirección. Le pedí al Señor que si debía volver al mercado laboral, me diera un trabajo que realmente me gustara y que también fuera bien remunerado.

Empecé a aplicar a distintas ofertas, pero ninguna me convencía. Hasta que encontré una vacante en una reconocida marca de artículos en cuero y moda. Me entusiasmó la idea. Era una convocatoria a nivel Eje Cafetero con una sola vacante para un cargo para liderar las ventas en seis Departamentos. Sentí que era el tipo de reto que podía impulsarme a crecer profesionalmente.

Pasé la primera entrevista con los directores comerciales y psicólogos. Luego me pidieron que presentara un informe detallado: análisis de ventas de los últimos años, estrategias para recuperar cartera y propuestas para levantar el desempeño en la región. Aunque no tenía experiencia previa en consumo masivo ni en moda, me sumergí en el trabajo, pidiendo inteligencia y dirección a Dios. Construí el informe en un fin de semana y estaba listo para presentarlo un lunes en la mañana. Pero por una calamidad doméstica de la psicóloga, la reunión se canceló. Nunca me reprogramaron la presentación.

Pasaron los días, luego semanas. Entró febrero y nunca más me llamaron. Confieso que la ansiedad y la autocompasión me rondaron. Recordaba lo que nuestros Pastores nos enseñan: no caer en el “pobrecito yo”. Así que decidí seguir confiando en Dios, aunque no entendía por qué la puerta parecía cerrarse. Incluso llegué a pensar que el informe había sido tan malo que ni valía la pena volver a contactarme.

Seguí en procesos con dos bancos, cuando un amigo me llamó para contarme que él también estaba participando en la convocatoria para el mismo cargo. Le conté que nunca me volvieron a contactar y que no había podido presentar el informe. Él, sin mucho tiempo, me pidió el documento que yo había preparado. Se lo compartí, pero le advertí que no lo copiara tal cual. Sin embargo, lo hizo: presentó exactamente el mismo informe que yo había enviado semanas atrás.

Lo sorprendente es que fue felicitado por su presentación y lo enviaron a exámenes de ingreso de inmediato. Yo me alegré sinceramente por él. Pero al siguiente lunes, exactamente una semana después, recibí un mensaje inesperado de una psicóloga de la empresa. Me preguntaba si aún estaba interesado en el cargo. Me explicó que la psicóloga anterior había renunciado y por eso se había perdido mi proceso. Me reprogramaron para presentar el informe… ¡el mismo que ya conocían!

No me dijeron nada después de la presentación. Pasaron varios días. Yo seguía pensando que la puerta estaba cerrada. Pero una vez más, Dios me sorprendió: me contactaron para realizar pruebas psicotécnicas. Días después, me llamaron para los exámenes médicos de ingreso. Finalmente, me confirmaron que había sido seleccionado. Mi amigo, que presentó mi informe sin mi autorización, recibió una carta agradeciéndole por su participación, pero informándole que no continuaba en el proceso.

Hoy llevo ya casi tres meses en este nuevo cargo. El primer mes, aunque estuve cerca, no alcancé la meta regional. Pero el segundo mes, para la gloria de Dios, la superé en un 30%. Y en la primera semana del tercer mes, ¡ya había cumplido el 50% del presupuesto mensual!

He visto el respaldo de Dios de manera clara, incluso en un área en la que no tenía experiencia. Él me abrió una puerta que yo pensé que se había cerrado. Aprendí que, aunque parezca que algo se cayó, si Dios lo tiene preparado para ti, Él lo sostendrá, lo rescatará y lo cumplirá.

Una palabra que me sostuvo en ese tiempo fue Habacuc 3:17-19 (RVR1960):

“Aunque la higuera no florezca,
ni en las vides haya frutos,
aunque falte el producto del olivo,
y los labrados no den mantenimiento,
y las ovejas sean quitadas de la majada,
y no haya vacas en los corrales;
con todo, yo me alegraré en Jehová,
y me gozaré en el Dios de mi salvación.
Jehová el Señor es mi fortaleza…”

Toda la gloria es para Dios. Él abre puertas que ningún hombre puede cerrar y cierra las que ningún hombre puede abrir.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

SELECIONA TU MONEDA