SANTIAGO 4:7 (RVR) “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.”
Hay algo que he aprendido a lo largo de los años, y es que la verdadera vida cristiana no se mide por cuánto resistimos al enemigo, sino por cuánto nos hemos sometido a Dios.
La Biblia no dice “resistid al diablo y luego someteos a Dios”. Dice exactamente lo contrario. El orden aquí lo cambia todo. La resistencia solo tiene poder cuando hay sometimiento. Pero vivimos en una generación que quiere resultados sin obediencia, autoridad sin sujeción y Bendición sin orden. Y eso no funciona en el Reino de Dios.
En la manera que respetamos las autoridades terrenales, así también demostramos nuestro respeto, sumisión y relación con el Dios y Padre. Por ende, es de suma importancia lo que un hijo ve en su hogar, porque marcará cómo se relacionará no solo con sus padres sino también con Dios. Si un padre permite que su hijo le conteste, lo ignore o haga lo que quiera, le está enseñando, sin decir una palabra, que la autoridad no importa, y de esa misma forma tratará su relación con Dios.
Así que, cuando ese hijo crezca, llevará esa misma actitud hacia Dios: una fe sin sujeción, una vida espiritual sin obediencia y desordenada.
He visto esto reflejado en muchos aspectos de nuestra cultura. Recuerdo una escena, hace unos años, en uno de mis viajes en el aeropuerto de Bogotá, Colombia. Estando en el área para pasar por seguridad, observé cómo una mujer, impaciente por lo largo de la fila, decidió pasar por fuera del control de seguridad. El policía le pidió que regresara, pero ella, con tono desafiante y de mala gana, respondió: “¡Deje así!” y siguió su camino. Curiosamente el policía tampoco hizo nada al ver la altivez de la mujer, la dejo ir.
Y mientras observaba aquella escena, pensé: si una persona no puede someterse a la autoridad de un policía, ¿cómo podrá someterse a la autoridad de Dios?
Muchos piensan que el respeto a las autoridades terrenales no tiene nada que ver con su vida espiritual. Pero les digo que ese pensamiento está completamente erróneo, veamos qué nos dice la Palabra:
ROMANOS 13:1-2 (RVR) “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.”
Cada vez que desobedecemos a una autoridad, estamos revelando una actitud interna: la incapacidad de someternos. Ahora, entendamos que si queremos resistir al diablo, y que el enemigo huya, debemos entender que el poder para resistir al enemigo proviene de nuestro sometimiento a Dios primeramente.
Muchos cristianos viven cansados porque pasan toda la vida resistiendo sin someterse. Están agotados porque pelean batallas espirituales desde su fuerza, en lugar de descansar en la autoridad que proviene de una vida sujeta a Dios.
Cuando una persona se somete de verdad, no necesita gritarle al enemigo. Solo basta con estar firme en la Palabra. Y el enemigo huirá. El principio es claro, sin sometimiento no hay forma de resistir.
EFESIOS 6:10 (RVR) “Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.”
Eso significa que el poder no está en nuestro esfuerzo, sino en nuestra sujeción al Señor.
Ahora, el problema es que muchos dicen: “Para mí, someterme es fácil”. Y cuando escucho eso, pienso: “¡Qué ignorancia tan grande!” Porque el someterse no es fácil. Someterse cuesta, duele y confronta el orgullo.
Someterse implica rendir nuestra voluntad. No es hacer algo porque estoy de acuerdo; eso no es sometimiento. Si mi voluntad coincide con la de otro, no me estoy sometiendo, estoy simplemente de acuerdo. Pero cuando la voluntad de Dios choca con la mía y aun así decido obedecer, ahí es donde comienza el verdadero sometimiento.
Y ahí es donde el orgullo se rompe. Esto requiere un verdadero compromiso a ser hacedores de la Palabra cueste lo que cueste.
Debemos entender que Dios y Su Palabra son uno solo. Cuando despreciamos lo que la Palabra dice, estamos despreciando a Dios mismo.
JUAN 1:1 (RVR) “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.”
Por eso, cuando alguien lee una instrucción en la Palabra y dice: “Eso no aplica para mí”, o “Dios entiende mi caso”, en realidad esa persona está diciendo: “No necesito a Dios, prefiero hacerlo a mi manera”. Es en ese momento que, en realidad, Dios me resiste, y qué peligro es vivir de esa manera.
1 PEDRO 5:5 “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.”
El sometimiento es la llave que abre la puerta de la Gracia. Cuando camino bajo autoridad, no necesito pelear por Bendición; ella me alcanza. Cuando camino en obediencia, no tengo que rogarle a Dios que me ayude; Su ayuda fluye naturalmente.
Nunca olviden que el sometimiento no es una debilidad; es fortaleza bajo control. Es el fruto de alguien que ha aprendido a confiar, someterse y depender en Dios, aunque vaya en contra de lo que las circunstancias les muestren.
El enemigo huye de quien se somete a Dios, no de quien pelea. Resistir sin someterse es desgastarse sin resultados. Pero cuando una vida se alinea con la Palabra, con el Espíritu y con las autoridades establecidas por Dios, se activa una Gracia y Favor que nada ni nadie puede detener.
Solo cuando nuestra voluntad se rinde a la voluntad de Dios, nuestra vida empieza a caminar en orden. Y cuando hay orden, hay paz. Y cuando hay paz, el enemigo simplemente ha perdido la pelea.

