Juan 2:5 (NBLA) “Su madre dijo a los que servían: «Hagan todo lo que Él les diga».
Esta es la más valiosa, clara y corta Enseñanza que un cristiano puede recibir. Contiene la clara instrucción para ver la manifestación de la bendición en nuestras vidas, nos da la clave de cómo asegurarnos de hacer tesoros en el Cielo y nos muestra cómo terminar nuestra carrera en la tierra.
No es complicado “HAGAN TODO LO QUE ÉL LES DIGA”. Pero bueno, en este blog estudiemos esta frase por partes:
HAGAN: nos habla de acción. Aunque Hebreos 11:1 nos dice que la fe es: “… la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (RVR), luego de este versículo, continúa con una larga lista de personajes Bíblicos que actuaron de acuerdo a su fe. Encontramos verbos como ofreció, preparó, habitó, dio, entre otros verbos. En ningún versículo de este capítulo aparece: “Y tal personaje tuvo fe, punto”.
Nuestra fe es manifestada cuando actuamos de acuerdo a lo que hemos creído. Santiago, el hermano medio de Jesús, le escribió a los creyentes, casi como en forma retadora: “… Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” (Santiago 2:18 RVR). Es claro que Santiago no se estaba refiriendo a que somos salvos por las obras, mas las obras hacen parte del creyente como fruto de la fe.
Tengan en cuenta que nuestro comportamiento no determina nuestra salvación, si es que realmente nacimos de nuevo, y me refiero a que si realmente reconocimos que era imposible para nosotros salvarnos e ir al Cielo, por nuestra condición de pecadores, y, por lo tanto, pusimos nuestra fe en Jesucristo, en su obra Redentora, y esa fe en la Gracia que se nos manifestó nos dio entrada a la condición de justificados. Ahora nuestro comportamiento no determina si somos salvos o no, pero esto no significa que como creyentes no seremos llamados a cuentas, o no seremos recompensados de acuerdo a nuestras obras, una vez somos parte del cuerpo de Cristo.
TODO: la palabra todo viene del latín “Totus”, que significa todo o entero. No tendríamos por qué mencionar su origen, pero al parecer para muchas personas es necesaria la aclaración, ya que son expertas en tomar como mandato lo que les parece, y lo que no les suena a algo placentero, simplemente lo dejan como una opción. Ahora, presten atención al siguiente punto, porque voy a aclarar algo importante.
LO QUE ÉL LES DIGA: No podemos olvidar que estamos bajo el Nuevo Pacto, y en este Pacto, y bajo esta Dispensación de Gracia, no somos instruidos por la Ley. La Ley cumplió su función, fue dada por medio de Moisés hasta que se manifestara Jesucristo en la tierra. Toda la Ley buscaba que el hombre considerara su condición de pecador y reconociera que sólo el Mesías podía hacerlo libre (Gálatas 3:24). Así que cuando María, la madre de Jesús, les dice a los sirvientes: “HAGAN TODO LO QUE ÉL LES DIGA”, les estaba apuntando a quién oír. No a la Ley, no a los Profetas, pues ya no tenemos que ir a los Profetas para que nos digan qué hacer, sino a Jesucristo. Es en Jesucristo, y en Su obra terminada en la cruz, explicada en las cartas y libros del Nuevo Testamento, donde encontramos la instrucción segura y eficaz que debemos seguir como creyentes.
Incluso, esta declaración no sólo la hizo María, el mismo Dios Padre la confirmó en el monte donde Jesús se transfiguró. Los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas narran el momento donde Jesús se transfigura delante de Pedro, Jacobo y Juan (Mateo 17:1-13; Marcos 9:2-13; Lucas 9:28-36). En ese momento aparecieron Moisés y Elías, que representan la Ley y los Profetas, y es allí que Dios, desde el Cielo, interrumpe la torpe declaración de Pedro, donde ponía a Jesús en el mismo nivel que Moisés y Elías, con esta maravillosa declaración: “… Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd”.
Así que nosotros no podemos tomar la Biblia como un merengón y pensar que toda la Biblia es nuestra instrucción para este tiempo. Aunque podemos reflexionar y aprender de los ejemplos mencionados en el Antiguo Testamento, en nosotros debe prevalecer la voz de la obra de Jesucristo, es esa voz la que debemos oír, y ese oír nos debe llevar a HACER.
Recuerden que a quienes les estaba hablando María era a los sirvientes de la boda de Caná, y esto no es un detalle menor. Nosotros también nos estamos preparando para las Bodas del Cordero, y se supone que somos sirvientes del Señor. Estos sirvientes a los que le hablaba María estaban encargados del vino, y este se había acabado, por lo tanto, necesitaban más vino para terminar la fiesta. Así que nosotros debemos prestar más atención a lo que dice Jesucristo a Su Iglesia, a los miembros al servicio de Él, y que Él nos encuentre haciendo TODO LO QUE ÉL NOS DIGA.
Gracias Pastora por la claridad, señor tu palabra es mi guía y debo ponerla por obra.