Yo vivía en España con mi esposo y llegué a Pereira en el 2018, ya en el 2019, un poco antes de la pandemia, empecé a ir a la Iglesia por medio de unos amigos que me llevaron.

Estuve orando mucho por eso, porque fui a varias Iglesias aquí en Pereira, en Cali también fui a varias Iglesias, pero yo le oraba al Señor: “Señor, llévame a un sitio donde sea una sana doctrina y enseñen tu Palabra con denuedo y con verdad”. Entonces, “casualmente”, unos amigos que se congregan en Iglesia Palabra Pura me llevaron. La primera vez que fui estaba predicando la mamá de la Pastora, y sentí que había llegado al lugar indicado, sentí que era el lugar por el que le había orado a Dios. Seguí asistiendo, estaba feliz con las enseñanzas y como nos quitaban todas esas vendas de los ojos.

Resulta que, en Enero de este año (2023), mi esposo y yo pasábamos por un lugar donde las personas van a donar sangre, y accedimos a donar nuestra sangre. Sin embargo, en Marzo me llamaron para que pasara por unos exámenes que le habían realizado a mi sangre donde habían evidenciado que no era una persona apta para donar sangre, porque habían encontrado que padecía Leucemia, por lo que me aconsejaron ir a mi médico de cabecera y seguir un tratamiento que fuera conveniente.

Totalmente sorprendida y confundida por lo que decían sobre mi sangre, fui al médico, este me mando varios exámenes, cuyos resultados le dieron una alerta, por lo que decidió enviarme a ver a un infectólogo. Este especialista en infectología me mandó otra serie de exámenes, y con los resultados decidió enviarme a ver una hematóloga para que me diera un tratamiento contra la Leucemia.

Ante el diagnóstico que me daban yo declaré: “Yo no tengo nada, yo no creo en ese diagnóstico”. Y aunque decidí realizarme los exámenes que me indicó la hematóloga, en ese proceso leí el libro de la Santa Cena de la Pastora Adriana Lemes y empecé a tomarla con mi esposo diariamente.

Me aferré a las enseñanzas de nuestros Pastores sobre la obra en la cruz y todo lo que Jesucristo hizo por nosotros. Me aferré a la Palabra que declara que “Por las llagas de Cristo hemos sido sanados”, todas las mañanas que me levantaba lo declaraba.

Algo que no hice cuando me dieron el mal diagnóstico, fue que no se lo dije a nadie, aparte de mi esposo y mi hermana, a nadie más de mi familia, porque como lo ha enseñado la Pastora, la palabra tiene poder, y no quería que otros declararan cosas contrarias a la Palabra, como: “No, ella está enferma, tiene esto, tiene aquello…”. Por lo que me concentré en declarar sólo sanidad y bendición. Todos los días que me levantaba, doblaba rodilla y tomaba la Santa Cena, poniendo mi confianza en el Dios de milagros que sigue obrando hoy, así como dicen los Pastores: “Él hizo milagros cuando caminó en esta tierra y los sigue haciendo”.

Hoy, quiero testificarles que, el Jueves 19 de Octubre, le llevé todos los resultados de los exámenes que me había solicitado la doctora, ella los vio y me dijo: “No, pero si no tienes nada”, yo le pregunte: ¿Cómo así, si usted misma vio los exámenes anteriores y me mandó más exámenes, ya para ponerme en tratamiento? Y me dijo: “No, pero no te veo nada, no tienes nada…nada peligroso”. Feliz, le dije a la doctora: “¡El Señor me sanó!”, y ella respondió: “Sí, porque no veo nada”.

Este es mi testimonio, y sólo me queda decir que le agradezco a Dios por su fidelidad y por Iglesia Palabra Pura, por esa obra tan maravillosa que hacen, gracias a Dios por nuestros Pastores, por esa inteligencia y denuedo que Dios les ha dado para enseñarnos la Palabra de esa manera tan impresionante.      

¡Gracias a Dios por Su sanidad! Me siento fortalecida y bendecida. Dios sigue Sanando.

Testimonio de Juliet Zapata, miembro de Iglesia Palabra Pura.