Iglesia Palabra Pura
  • 25 octubre, 2024
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YA NO NECESITO TRANSFUSIONES DE SANGRE

Mi nombre es Esther Nieto Cardona. Comencé a escuchar los 227 audios de los Pastores Rafael y Adriana Lemes y tuve que escucharlos más de una vez por el nivel de la enseñanza que me estaba abriendo los ojos a tantas verdades que no conocía. Asisto a Iglesia Palabra Pura con mi familia desde el año 2019, sólo fueron suficientes cuatro Domingos para tomar la decisión de que esta era la Iglesia donde debíamos estar mi familia y yo para siempre.

Hoy quiero narrarles mi testimonio de cómo Dios manifestó Su sanidad en mi torrente sanguíneo:

En febrero de 2021, empecé a sentir, en el lapso de una semana, que perdía mis fuerzas de forma progresiva, hasta que me desmayé y terminé siento trasladada de urgencias a una clínica, con mis signos vitales demasiado bajos.

En la clínica se dieron cuenta que tenía anemia en tercer grado, por lo que me preguntaron si estaba presentando algún tipo de sangrado que debía reportarles, a lo que les contesté que no; pero siguieron indagando hasta preguntarme de qué color tenía mis deposiciones, a lo que les respondí que eran de color negro. Esa respuesta les generó una gran alerta al personal médico, por lo que me ordenaron muchísimos exámenes, incluyendo una endoscopia, para explorar dónde podría existir algún tipo de sangrado que no era evidente exteriormente.

Los resultados evidenciaban muchos vasitos abiertos y sangrado en la parte baja del intestino delgado, junto al yeyuno, motivo por el cual me ordenaron una segunda sedación para cauterizar esas heridas de vasitos con disparos de argón. Sin embargo, luego de un tiempo, continué presentando melenas y deficiencia en hierro, hemoglobina, plaquetas, glóbulos blancos, etc., llevándome a estar hospitalizada y a recibir transfusiones de sangre en múltiples ocasiones por la anemia que presentaba.

En Junio de este año, los médicos me dijeron que ya habían hecho lo que podían hacer por mí, que me regresara a mi casa y volviera cuando tuviera otro episodio como el que venía soportando todos esos años, porque ya no tenían ningún examen o procedimiento adicional para hacerme en el colon. Para mí eso era muy difícil escucharlo, porque llevaba 7 veces pasando por esos procedimientos, ya estaba cansada de sufrir con esa situación, por lo que llorando le pedí a los médicos que me mandaran más exámenes, pero no me dieron más esperanzas.

Para ese tiempo, ya habían salido las meditaciones y confesiones de sanidad de la Iglesia Palabra Pura. Yo las escuchaba y repetía declarando que Dios me sanaría, y llorando oré al Señor para que le diera sabiduría al internista respecto a qué hacer con mi caso. A las dos horas de haber orado tenía a 5 especialistas en la habitación donde estaba internada, dando órdenes para diferentes citas con cirujanos y procedimientos médicos para evaluar otras hipótesis sobre mi caso, al que no le encontraban solución. Salí de la clínica con las órdenes, y empecé a tomar las citas y exámenes que me habían ordenado.

El hematólogo inmediatamente notó que mi torrente sanguíneo presentaba mucha deficiencia de elementos, por lo que se proyectaba a internarme en la Liga contra el Cáncer para inyectármelos, porque mi caso era de alto cuidado.

Estando en ese proceso de citas y exámenes es que llega la escuela de sanidad, a la cual me inscribí. Las clases de sanidad fueron de mucha Bendición para mi vida, incluso tuve una experiencia muy especial, donde en una de las clases sentí que por el pasillo donde me encontraba pasó un olor a flores muy suave y exquisito.

En la escuela oraba y declaraba con fe que se desapareciera el sangrado en mi cuerpo y que no tuviera nada grave en mi torrente sanguíneo como me lo había hecho ver el hematólogo. Siempre declaraba, con base en Mateo 8:8, que una Palabra del Señor bastaba para sanarme, y tal y como aprendí en la escuela de sanidad, empecé a llamar a la enfermedad por su nombre y a ordenarle en el nombre de Jesús que saliera de mi cuerpo.

Luego continué firme con mi esposo tomando la Santa Cena todas las noches, creyendo y confesando la sanidad completa sobre mi cuerpo.

El 16 de Agosto de este año, el hematólogo transcribió en su computadora todos los resultados de los exámenes que me había ordenado, y estas fueron sus palabras: “Mi señora, tengo para decirle algo sorprendente. Dígale al internista que por acá no debe buscar absolutamente nada, sólo tiene una baja de vitamina B12, que se corrige con 8 ampollas, una cada 15 días, y listo”. Al escuchar esas palabras, le pregunté al hematólogo: “Doctor, ¿usted no encontró nada en mi torrente sanguíneo?”, y él me respondió: “Con todo respeto, señora, deme sus manos (coloqué mis manos sobre las de él), hoy puedo decirle que usted está completamente sana, ya no habrá más transfusiones ni más hierro, sus resultados de anemia son cero, Dios te Bendiga, y nos vemos en  cuatro meses con un examen de hemograma sencillo, solo por control”.

Yo me quedé en shock ante esas maravillosas palabras, y en mi mente repetía: “Gracias Dios, no fue el médico el que me habló, fuiste Tú quien me dio este resultado”. Por eso hoy quiero ante ustedes darle a Dios toda la Gloria y la Honra por Su sanidad manifestada en mi sangre.  Sé que es Dios quien me ha dado la victoria, he venido haciéndome otros exámenes con otros especialistas y todos han salido estupendos. Tengo la certeza de mi sanidad, por eso sé que los últimos exámenes que me haré darán testimonio de la sanidad que en mí ha ocurrido.

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