Iglesia Palabra Pura

¿Estás luchando con algún pecado? ¿Una y otra vez caes en él? ¿Sientes que nunca podrás dejar de caer en el mismo pecado? Si es tu caso, quiero que me prestes mucha atención. Lo primero que quiero que sepas, es que si sientes la imperiosa necesidad de dejar de pecar, porque sabes que estás obrando en contra de la Palabra de Dios, estás iniciando en un buen lugar hacia el cambio.

Ahora hablemos de los frutos de la salvación. Separados de Dios nada podemos hacer. Así que sólo fue hasta que entregamos nuestra vida a Jesucristo que pudimos dar muestras de buenos frutos en nuestra vida, frutos de obediencia; no por obligación, sino por estar conectados a Aquel que nos da todo lo que necesitamos para producir buenos frutos.

Cuando estábamos en Adán, éramos por naturaleza pecadores, estábamos prisioneros a la naturaleza de pecado, y satanás, quien gobierna a los pecadores, nos manejaba a su antojo. Todo lo que él nos decía, lo hacíamos. Nuestros pensamientos estaban inundados de maldad. Todo lo que pensábamos estaba constantemente inclinado a lo malo. Y tal y como pensábamos, actuábamos.

Una vez entregamos nuestra vida al único Señor y Salvador, Jesucristo, fue quitado de nosotros, milagrosamente, toda naturaleza pecaminosa, y se nos fue otorgada una naturaleza de justicia, que siempre se inclina a hacer lo puro y santo. Sin embargo, a nuestra mente, que estaba acostumbrada a la antigua manera de vivir, le cuesta darse cuenta que ocurrió un cambio que nos ha hecho libres del pecado.

Romanos 6:1-2 (RVR) “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿Cómo viviremos aún en él?

Recordemos lo que dice Proverbios 23:7 (RVR): “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él…”. Es claro, si seguimos pensando que somos aún prisioneros del pecado, entonces actuaremos como pecadores, aunque no lo seamos. El Rev. Andrew Wommack lo explica muy bien. Él nos pone el ejemplo de una persona que ha muerto, y aunque su espíritu y alma ha abandonado el cuerpo, el mismo cuerpo sin vida, sigue “pareciendo” vivo al presentar movimientos involuntarios. Así que a pesar de que internamente pareciera que tenemos un fuerte deseo al pecado y que este pecado aún nos controla, la verdad es que no tenemos dos naturalezas vivas en nosotros, la de pecado y la de justicia, sino sólo una, la de Justicia, porque la de pecado murió (Romanos 6:2), aunque esta parezca viva por sus movimientos involuntarios.

Una persona nacida de nuevo no peca porque desea hacerlo con todo su corazón, sino porque aún no entiende la libertad que tiene en Cristo. La situación es que pareciera que unos pecados fueran más difíciles de dejar que otros, pero en realidad, no es que de nosotros fuera quitado un poquito de naturaleza de pecado, y otra se seguirá quitando poco a poco; no, el cambio interno, en nuestro espíritu, fue absoluto e inmediato. Es por eso que el Apóstol Pablo hace tanto énfasis en renovar nuestra mente, porque la mente, el alma, se va dando cuenta de forma paulatina y progresiva.

El nacido de nuevo que cae una y otra vez en el mismo pecado, en realidad no tiene ni un centímetro de naturaleza de pecado; lo que sucede es que su alma, su mente, está presa por una fortaleza mental, que le impide ver la libertad. Déjenme uso una historia real, para establecerles un punto respecto al tema de este artículo:

¿Sabían que en el Siglo XX existió una cárcel cuyas paredes estaban hechas de papel y barro? Resulta que los presos sólo se dieron cuenta de qué estaban hechas las paredes de esta cárcel hasta el momento en el que los mandaron a derribar la edificación, luego de ser trasladados a otra cárcel de mayor seguridad. Esto ocurrió en la Columbia Británica. Una vez todos los presos fueron trasladados a la nueva cárcel, las directivas consideraron que podrían aprovechar el material de la antigua cárcel, como las tuberías y los equipos eléctricos; por lo que preparó una cuadrilla de presos para que se encargara de ello.

Una vez los presos, vigilados por los guardias, estuvieron listos para sacar el mayor material que se pudiera reutilizar de este antiguo fuerte, se llevaron una gran sorpresa, al darse cuenta de que las paredes habían sido pintadas de tal manera que parecían de hierro, por lo que, si cualquiera de los presos hubiese dado un golpe contundente a la pared, esta simplemente cedería hasta mostrar un hueco donde podría escapar. Lo insólito es que, por alrededor de un siglo, que esta cárcel estuvo en operación, ningún preso se atrevió a intentarlo, ya que sus ojos les decían que las paredes estaban hechas de hierro impenetrable.

Es bastante insólita esta noticia, ¿verdad? ¿Cómo podría una habilidosa pintura engañar a unos astutos presos, que en su mayoría estaban acostumbrados a planear formas de estafar a través del engaño? ¿Pero han considerado que no solamente existen cárceles naturales, sino que también hay cárceles que pueden oprimir de manera más fuerte a cualquiera que intente salir de ella? Estas cárceles se llaman: Fortalezas mentales.

El Apóstol Pablo entendía que las fortalezas mentales, si no eran derribadas, mantendrían a cualquier creyente paralizado y oprimido. Es por eso que el Apóstol hace tanto énfasis en la renovación de la mente y en el caminar no por vista, sino por fe. Ya que a pesar de que un creyente sea una nueva criatura en Cristo, si el creyente no intenta atravesar las paredes pintadas como hierro en su mente, no podrá experimentar la libertad prometida en Cristo.

Así como estos presos en esta cárcel de paredes pintadas como hierro, muchos cristianos están siendo engañados por fortalezas mentales que les hacen ver que no pueden vencer el pecado, que ellos aún están irremediablemente sometidos al pecado. Y uno fácilmente puede percibir qué paredes pintadas están mirando estas personas, sólo al escucharlas decir: “Es que yo de pequeño tuve esta experiencia…”, “Es que tengo esta atadura, porque en mi familia todos somos así”, “Es que yo siempre he sido…”. Esos argumentos son sólo paredes pintadas, engaños del enemigo que no le permiten ver que tiene el poder para atravesar la pared del pecado, hacia la libertad que Jesucristo ganó por nosotros.

Los invito a leer la segunda parte de esta pequeña Serie “Libres del Pecado”.

1 comment on “LIBRES DEL PECADO – PARTE 1

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