
Estamos viendo el tercer viaje Misionero del Apóstol Pablo. En el Artículo anterior mencionamos la siguiente ciudad en la que continuó su viaje, luego del disturbio en Éfeso:
HECHOS 20:1 (RVR) “Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió y salió para ir a Macedonia”
Así que salió de Éfeso hasta Troas, y de allí hacia las Iglesias de Macedonia, cuyas ciudades ya hemos mencionado: Filipos, Tesalónica y Berea.
HECHOS 20:2-3 (RVR) “Y después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarles con abundancia de palabras, llegó a Grecia. Después de haber estado allí tres meses, y siéndole puestas asechanzas por los judíos para cuando se embarcase para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia.”
El Apóstol Pablo pasó de Macedonia a confirmar a los discípulos de Grecia, en las ciudades de Atenas y Corinto. En este lugar nuevamente tuvo que soportar la persecución tomando una ruta más larga hacia Asia, regresando por Macedonia.
El versículo 4 y 5 de Hechos 20 nos deja ver el crecimiento que había tenido el equipo Ministerial del Apóstol:
“Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo. Estos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas”
Aquí se mencionan 7 personas, pero en realidad falta por mencionar 1 persona, y es el mismo Lucas, autor de Hechos de los Apóstoles, que también hacía parte de este viaje. Lo sabemos por sus cambios en la forma de narrar.
HECHOS 20:6 (RVR) “Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos, y en cinco días nos reunimos con ellos en Troas, donde nos quedamos siete días”
¿Lo ven? Lucas se incluye en el relato, por lo que sabemos que también ayudó al Apóstol en este tercer viaje, y pasó junto a él por barco de Filipos hacia Troas; se quedaron allí por 7 días, y luego salieron rumbo a Mileto (Hechos 20:15), una ciudad portuaria a unos 51 Kilómetros de Éfeso.
HECHOS 20:17 (RVR) “Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia”
Los eruditos creen que la razón por la que no pasó por Éfeso, fue porque el Apóstol sabía que su estancia se prolongaría allí, y él quería llegar a tiempo, a la fiesta de Pentecostés, en Jerusalem (Hechos 20:16).
En Mileto, el Apóstol tuvo una conmovedora despedida con los ancianos de la Iglesia de Éfeso, con los líderes de la Iglesia a la que le invirtió 3 años de constante enseñanza y en la que había visto tanto fruto.
HECHOS 20:36-38 (RVR) “Cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos. Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaban, doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, de que no verían más su rostro. Y le acompañaron al barco”
Después de esta conmovedora despedida, el Apóstol y su equipo siguieron en barco hacia Cos, Rodas y Patara, estos fueron lugares sólo de paradas y conexiones, ya que recordemos que el Apóstol tenía prisa por llegar a Jerusalem. Así que en el puerto de Patara zarparon en un barco que iba hacia Fenicia, pero tuvieron que bajarse y esperar un tiempo en Tiro (7 días), donde se encontraron con varios discípulos, que le rogaban al Apóstol no continuar su viaje hacia Jerusalem.
HECHOS 21:4-6 (RVR) “Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén. Cumplidos aquellos días, salimos, acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la playa, oramos. Y abrazándonos los unos a los otros, subimos al barco y ellos se volvieron a sus casas”
En Tiro, el Apóstol Pablo tuvo otra conmovedora despedida, y aunque los discípulos, inspirados por el Espíritu Santo, le pidieron no ir a Jerusalem, él decidió continuar con su plan.
Se subieron a otro barco, Pablo y su equipo, y se bajaron en Tolemaida; se quedaron un día allí, y continuaron su camino hacia Cesarea, donde se hospedaron por un tiempo en casa de Felipe, el Evangelista. Hombre que había dado gran fruto luego de la oportunidad que se le dio de servir como diácono, junto a otros 6, en las mesas de la Iglesia de Jerusalem.
HECHOS 21:10-14 (RVR) “Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles. Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén. Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no solo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor”
Estando en Cesarea, apareció un reconocido y respetado Profeta llamado Agabo, el mismo que había profetizado una gran hambre sobre la tierra (Hechos 11:27-30). Este también profetizó lo que le sucedería a Pablo si seguía su viaje a Jerusalem. Pese a esta nueva advertencia, el Apóstol estaba decidido en continuar su plan de viaje. La escena que narra Lucas es totalmente conmovedora. Lucas nos permite reconocer la impotencia que sentía de no poder persuadir al Apóstol junto a los otros discípulos.
Finalmente, el Apóstol llegó junto a su equipo a Jerusalem, pero este tercer viaje no lo pudo terminar rindiendo cuentas en la Iglesia de Antioquía de Siria, como era su costumbre, ya que en Jerusalem fue acusado falsamente y arrestado injustamente por los Judíos, y luego arrestado por los Romanos, como se le había profetizado (Hechos 21:27-36).
Hemos visto 3 viajes en esta Serie, 2 años le tomó el primer viaje a Pablo, el segundo le tomó 3 años y el tercero 4 años. El Apóstol sí continuó viajando, pero bajo la condición de preso, sin embargo, como el Apóstol declaró en sus últimos momentos: “… me tienen en la cárcel como a un criminal. Pero la Palabra de Dios no está presa” (NBV). Así que a pesar de que estuvo bajo la custodia de los Romanos y la constante amenaza de muerte de los Judíos que le tenían envidia, él mostró por qué es un hombre digno de imitar, y hasta el final proclamó la verdad del Evangelio de la Gracia.