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La Dispensación de la Ley le demostró, una y otra vez, a cada Israelita su incapacidad de alcanzar un estado de perfección, libre de culpa, que los hiciera dignos de relacionarse con Dios. La Ley, aunque perfecta, no tenía el poder de justificar (Romanos 3:20), santificar (Hebreos 7:18-19) y regenerar (Gálatas 3:21-22) al ser humano, sino de alumbrarle el pecado  que se negaba a aceptar.

Déjenme les explico cómo funcionaba con un ejemplo que dio el Apóstol Pablo:

ROMANOS 7:7-13 (NVI) “… Por ejemplo, nunca habría sabido yo lo que es codiciar si la Ley no hubiera dicho: «No codicies». Pero el pecado, aprovechando la oportunidad que le proporcionó el mandamiento, despertó en mí toda clase de codicia. Porque aparte de la Ley el pecado está muerto. En otro tiempo yo tenía vida aparte de la Ley; pero cuando vino el mandamiento, cobró vida el pecado y yo morí. Se me hizo evidente que el mismo mandamiento que debía haberme dado vida me llevó a la muerte; porque el pecado se aprovechó del mandamiento, me engañó y por medio de él me mató. Concluimos, pues, que la Ley es santa y que el mandamiento es santo, justo y bueno. Pero entonces, ¿lo que es bueno se convirtió en muerte para mí? ¡De ninguna manera! Más bien fue el pecado lo que, valiéndose de lo bueno, me produjo la muerte. Ocurrió así para que el pecado se manifestara claramente; o sea, para que mediante el mandamiento se demostrara lo extremadamente malo que es el pecado”

Quiero que quede absolutamente claro que la Ley no hacía pecar a nadie, sino que lo que hacía era sacar a la luz la condición de pecado que cada ser humano sin Cristo tiene, es decir, Dios sabía que al establecer Sus mandamientos con condición de castigo, el pecado que ya tenía cada Israelita, que venía del Primer Adán, iba a quitarse la máscara y mostrar su verdadera cara de maldad, logrando entonces que la Ley pudiera revelar la condición miserable de cada Israelita, sobre todo de aquel que se negaba a aceptar que no podía acercarse a Dios y cumplir sus mandamientos por sus esfuerzos humanos.

Fue bajo esta Dispensación donde Jesucristo vino para darle fin y abrirle camino a una nueva y maravillosa Dispensación, la Dispensación de la Gracia.

JUAN 1:17 (RVR) “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo”

Jesucristo es la Gracia prometida y manifestada, que cumplió con las exigencias justas de la Ley y soportó el juicio por el pecado de la humanidad para abrirle camino a la Dispensación de la Gracia.

Cuando Jesucristo estuvo en la tierra, reveló pinceladas de la Dispensación de la Gracia, pero no pudo iniciarla hasta que terminara la Dispensación vigente, la Ley. Una de estas pinceladas la podemos ver en la historia de la mujer que fue hallada en el mismo acto de adulterio:

JUAN 8:3-11 (RVR) “Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.

Esta mujer sí había cometido un acto digno de muerte, porque la Ley ordenaba que el castigo del que fuera hallado en adulterio debía ser el apedreamiento, pero ella estaba siendo juzgada y señalada por hombres que se creían dignos de apedrearla, porque como no fueron descubiertos como ella, entonces, se autoproclamaban libres de condena. Ellos no estaban inventándose una Ley, en realidad la Ley sí exigía castigo por su incumplimiento, pero la Ley al mismo tiempo que señalaba  los pecados de la mujer adúltera, señalaba la culpa de pecado a todos aquellos que estaban listos con sus piedras para matar a la mujer.

El único digno para hacer cumplir el castigo de la Ley era Jesucristo, Él nunca pecó, por lo tanto no sólo podía lanzarle a estar mujer la primera piedra, sino las siguientes piedras hasta matarla, pero en ese momento reveló una pincelada de la Dispensación que pronto se manifestaría, la de la Gracia, al decirle: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.

Pero ahora, entiendan que la Ley exigía el castigo, ¿no estaría Jesucristo incumpliendo la Ley al no castigarla? Sí, pero sólo si no hubiera hecho lo que hizo en la cruz:

1 PEDRO 2:24 (RVR) “Y Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia…”

Por lo tanto, en realidad Jesucristo fue justo en librar de condena a la mujer hallada en adulterio, no porque le quitó el castigo en sí, sino porque el castigo de ella lo soportaría Él en la cruz, como luego ocurrió. Pero no sólo soportó el castigo de ella, sino el de toda la humanidad de todos los tiempos y generaciones.

Así que esta historia fue una maravillosa pincelada que anunció la Dispensación de la Gracia por venir; pues Jesucristo, Él 100% justo y sin pecado, pagaría la condena de los injustos, para que aquellos que reconocieran ser pecadores, encontraran la Buena Noticia de Salvación, del Cordero de Dios ofreciendo Su justicia a todo aquel que ponga su confianza en Él y Su obra terminada.

2 CORINTIOS 5:21 (RVR) “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”

La muerte de Jesucristo en la cruz no sólo dio fin a la Dispensación de la Ley, sino que además dio paso para que se manifestara completamente lo que Él había revelado en pinceladas, la Dispensación de la Gracia. Su cuerpo herido en nuestro lugar es comparado en Hebreos como el verdadero velo que abrió el camino al padre sin temor de culpa.

HEBREOS 10:19-20 (DHH) “Hermanos, ahora podemos entrar con toda libertad en el santuario gracias a la sangre de Jesús, siguiendo el nuevo camino de vida que él nos abrió a través del velo, es decir, a través de su propio cuerpo”

Queda claro entonces que la muerte de Jesús no fue un anexo a la Ley, sino la culminación de la Ley al darle su cumplimiento, para abrir un nuevo camino por el cual en este tiempo todos deben entrar para acercarse a Dios Padre.

Jesús abrió el camino para la Salvación por Gracia sin las obras de la Ley para que funcionara en la Dispensación de la Gracia, que es en la que estamos en estos tiempos. Esta Dispensación de Gracia inició en Pentecostés, cuando el Espíritu Santo vino sobre los creyentes del Aposento Alto, pero que al igual que las otras Dispensaciones, tendrá un final. Por lo tanto, necesitamos estudiar muchos más detalles sobre esta impresionante Dispensación. Así que los espero en el próximo Artículo.

1 comment on “EL MISMO DIOS, DISPENSACIONES DIFERENTES – PARTE 8

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