Ascendido por el Favor de Dios

Soy Juan David González López, miembro de Iglesia Palabra Pura desde hace siete años y servidor de la misma desde hace cuatro.

Mi madre, mi hermano y yo atravesamos situaciones complicadas en el área financiera luego del fallecimiento de mi padre. Literalmente, tuvimos que empezar desde cero.

En ese entonces me dedicaba a jugar fútbol, pero debido a la difícil situación económica en casa, tomé la decisión de buscar trabajo en otra área en la que me he preparado. Soy tecnólogo en Mecatrónica Automotriz y actualmente estudio Administración de Empresas (en junio de este año termino el décimo semestre).

Sabía que la madre de un amigo de la Iglesia trabajaba en una importante empresa de autos, así que aproveché la oportunidad para comentarle que estaba buscando empleo. Ella me apoyó y me ayudó a conectarme para presentarme a una vacante. Fue muy sincera al decirme: “Juan, la empresa es muy buena, pero usted va a empezar por el trabajo más básico”. No tuve ningún problema con eso. Pasé el proceso de selección y quedé en el área de repuestos.

Mi labor principal era llevar repuestos a los mecánicos; ese rol se conoce como “patinador”. En mi corazón siempre tuve presente el principio Bíblico de que, si somos fieles en lo poco, el Señor nos pondrá en lo mucho. Así que asumí esa oportunidad laboral como un proceso de fidelidad, agradeciendo a Dios por permitirme ayudar a mi familia. Permanecí casi dos años en el área de repuestos.

Todo lo que sucedió conmigo en la empresa solo puedo atribuirlo a la Gracia y al Favor de Dios. Desde el principio hallé gracia delante de mi jefe y compañeros. Con el paso del tiempo, no solo cumplí con mis funciones, sino que también pude aplicar conocimientos adquiridos en la carrera de Administración de Empresas, apoyando a la auxiliar administrativa con informes, inventarios y otras tareas. En sí nadie me lo pedía, porque mi trabajo era ser “patinador”; yo me ofrecía porque me ha interesado mucho el área administrativa.

Después de dos años, enfrenté una lucha interna. Prácticamente estaba cumpliendo funciones de dos cargos, sin un ascenso o remuneración adicional. Por un lado, pensaba en buscar empleo en otra empresa, pues me sentía físicamente desgastado y desmotivado por no ver avances. Por otro lado, me repetía a mí mismo: “Espere, tranquilo, que usted está sembrando”. Mi madre también me decía: “Papi, tranquilo, espere”. Así que continué dando la milla extra en mi trabajo.

A mediados del año pasado hablé con mi jefe y le expresé mi interés en ser considerado para vacantes en el área administrativa, ya que quería aplicar más lo que he venido estudiando. Ella me respondió que estaba muy satisfecha con mi desempeño, al igual que otros jefes, pero que debía tener paciencia. Así lo hice: me mantuve firme, sin quejas, y dando siempre lo mejor de mí.

En septiembre del año pasado, uno de los jefes me llamó para decirme que había una vacante como asesor, encargado de manejar aseguradoras, detalles de lámina y pintura, y otros procesos administrativos que me interesan mucho. Me expresó que habían pensado en mí para ocupar ese cargo. ¡No dudé en aceptarlo!

Por la Gracia de Dios, estuve en el momento y lugar correctos. Me llamaron y confiaron en mí para esa promoción laboral. Estoy muy contento por la cosecha que he recibido después de años de siembra.

¡Ya no soy “patinador”, me han ascendido! Me asignaron una oficina, cambiaron mi uniforme; ya no uso overol, ahora visto de traje. También tengo nuevas responsabilidades, como el manejo de un presupuesto, y he experimentado un cambio muy positivo en mi situación económica. En este nuevo puesto puedo aplicar muchos conocimientos de mi carrera y sigo dispuesto a aprender aún más.

Estoy profundamente agradecido con Dios; siempre lo expreso antes de comenzar mi jornada laboral. Mi deseo no es detenerme. Seguiré sembrando, porque sé que, con el tiempo, las cosechas seguirán llegando a mi vida, una tras otra.