
El lupus eritematoso sistémico no tuvo la última palabra: Dios sí
Mi nombre es Gerald Josué Zamora Ramírez, nicaragüense, tengo 30 años y hace un año soy parte de la Congregación. Hoy quiero compartir con ustedes el testimonio que marcó un antes y un después en mi vida, no solo en lo físico, sino también en lo espiritual.
Desde los 15 años empecé a enfrentar una serie de diagnósticos médicos muy complejos. Inicialmente, se habló de leucemia, lo que me llevó a múltiples exámenes, internamientos y temporadas prolongadas en hospitales. Mi adolescencia fue prácticamente vivida entre paredes blancas y tratamientos. A los 23 años me diagnosticaron lupus eritematoso sistémico, una enfermedad autoinmune que, según los médicos, es mucho más agresiva en los hombres. Me dijeron que el 98% de los hombres diagnosticados no lograban sobrevivir.
Ese diagnóstico cambió mi vida. Comencé a tomar cerca de 14 medicamentos diarios. No podía hacer deporte, y muchas actividades cotidianas se volvieron imposibles. A los 28 años sufrí una recaída muy fuerte que me dejó hospitalizado por más de medio año. La enfermedad atacó mi sistema nervioso y perdí la movilidad de la cintura hacia abajo. Quedé en condición de paraplejía.
Fui sometido a tres operaciones: una en la columna, otra en un pulmón y finalmente, me retiraron completamente uno de ellos. Fue un tiempo de mucho dolor físico y emocional. Sin embargo, algo nunca se quebrantó: mi fe.
Ya en ese tiempo había aceptado a Cristo como mi Señor y Salvador. Pertenecía a una Iglesia en Nicaragua llamada Hosanna, donde me formé espiritualmente, serví a tiempo completo y fortalecí mi relación con Dios. Fue allí donde aprendí a confiar en la Palabra y a creer en el poder del Espíritu Santo.
Fue por medio de mi esposa —mi novia en ese entonces— que comencé a recibir los audios de Enseñanza y predicaciones de los Pastores Rafael y Adriana Lemes, de la Iglesia Palabra Pura. A través de esos mensajes, el Señor empezó a abrir mis ojos aún más. Comencé a entender principios Bíblicos que antes no comprendía del todo, especialmente los relacionados con la Sanidad Divina.
Cuando visité Colombia por primera vez, asistí a la clase de Sanidad con mi esposa. Fue una experiencia que marcó mi vida. Aprendí el verdadero significado de la Santa Cena, de lo que es vivir sano según las Escrituras, y comprendí profundamente que Jesús ya llevó mis enfermedades en la cruz.
Recuerdo una noche antes de regresar a Colombia para casarme, me quedé mirando el espejo de mi armario. Tenía enfrente todos los medicamentos que tomaba. Ese día decidí hacer un alto. Declaré con fe: “¡Soy sano completamente! No pertenezco más al hospital ni a esa guerra que no es mía”. Tomé todos mis medicamentos y los tiré. Desde que volé a Colombia y comencé a Congregarme en Palabra Pura, no he vuelto a tomar ni un solo medicamento, ni siquiera para un dolor de cabeza.
Me he hecho chequeos médicos con la EPS a la que estoy afiliado aquí en Colombia, y todos los exámenes salen perfectos. Los médicos se sorprenden cuando les muestro mi historial de Nicaragua. Me preguntan si de verdad tuve todo eso. Pero sí, es verdad, ¡He recibido la Sanidad que Jesús pagó por mí y se manifestó en mi cuerpo!
Antes creía que Dios me había enviado la enfermedad para usarme como testimonio, como si esa carga fuera parte de un plan. Hoy entiendo que estaba equivocado. No era Dios quien me quería enfermo, sino que yo mismo había malinterpretado las Escrituras. Muchas veces buscamos nuestra propia versión de la Biblia y no lo que realmente está Escrito. Fue en la Escuela de Sanidad donde recibí la revelación que necesitaba.
Hoy, estoy completamente sano. ¡Y hasta juego fútbol nuevamente! Ese deporte que tanto amo y que los médicos me habían prohibido, lo he retomado. Y puedo decir con total certeza: con Dios, nada es imposible.
Este es mi testimonio. Y todo lo comparto para la Gloria de Dios.