Mi nombre es Doris López, soy miembro de Iglesia Palabra Pura desde el año 2015, y quiero compartir el siguiente testimonio para dar gloria a Dios por lo que hizo en la vida de mi esposo y en nuestro hogar.
Hace unos meses, mi esposo empezó a sentir un dolor extraño cada vez que comía. Intentaba descubrir qué alimento le hacía daño y lo eliminaba, pero nada cambiaba. Al principio no quiso ir al médico, hasta que su cuerpo comenzó a darle señales más fuertes: empezó a sudar todas las noches, empapado al punto de tener que cambiarse la ropa varias veces. Yo también tenía que cambiar las sábanas constantemente, porque amanecían completamente mojadas. Fue un tiempo muy difícil, verlo así y no saber qué hacer.
Además, comenzó a bajar de peso rápidamente: pasó de casi 70 kilos a solo 53. Cuando por fin decidió ir al médico, los exámenes revelaron algo que nos estremeció: había tumores en el páncreas y en el hígado. El diagnóstico fue cáncer.
En ese momento, sentí que el suelo se abría bajo mis pies, pero también supe que era hora de pelear en oración. Desde ese día, empecé a declarar la Palabra de Dios sobre su vida. Cada noche, oraba con las declaraciones que grabó la Pastora Adriana Lemes, las de veintitrés minutos, pero no las repetía en forma singular, sino en plural. También ponía audios de sanidad, predicaciones y alabanzas. Todo lo que encontrara que hablara de sanidad, esperanza y del poder de Dios.
Mi esposo dejó de trabajar porque se sentía débil y mareado, pero yo veía ese tiempo como una oportunidad para que el Señor obrara en él. Aunque los médicos se tardaban en autorizar los tratamientos, yo me mantenía firme y oraba al Señor dándole las gracias de que el retraso médico no era un impedimento para ver Su mano obrar, le decía: “Estás haciendo nuevos los órganos que fueron tocados. Tú estás trabajando”.
Lloraba, oraba y declaraba cada Promesa Bíblica. Un día, justo antes de que le aplicaran la primera quimioterapia, mi esposo sintió un bulto duro en el estómago. Le pregunté si podía orar por él, y mientras le imponía las manos, él me decía que sentía algo moverse. Seguí orando, declarando la Palabra, y de repente, el bulto comenzó a desinflamarse. En ese momento supe que Dios estaba obrando.
Cuando por fin le aplicaron la quimio, contra todo pronóstico no tuvo mareos, no vomitó, no se debilitó, nada de lo que los médicos esperaban. Le colocaron un catéter cerca del corazón, y aunque la cirugía fue larga y con complicaciones, él salió en paz. Al poco tiempo volvió a casa, comiendo normalmente, sin caída de cabello, sin fiebre y con fuerzas renovadas.
Lo que más me impactó no fue solo verlo recuperar su salud, sino el cambio que Dios hizo en su interior. Mi esposo, que antes no quería escuchar la voz de la Pastora Adriana Lemes ni las Enseñanzas, ahora las repite conmigo. Ora, declara la Palabra, escucha prédicas y busca de Dios. Ese cambio para mí es el milagro más grande.
Sé que el proceso médico continúa, pero también sé que la obra ya está hecha. Cada examen que falta solo confirmará lo que Dios ya hizo. Declaro que el tiempo de sanidad será más corto de lo que los médicos dijeron, porque Dios no trabaja en plazos humanos.
Hoy puedo decir con certeza que cuando uno se aferra en fe a la Palabra, no hay diagnóstico que pueda más que el poder de Dios. Él sigue siendo fiel, y Su poder no se ha acabado.
Si hoy estás enfrentando una noticia difícil, no te rindas. Ora, declara y confía, porque el mismo Dios que regeneró el cuerpo de mi esposo, también puede hacerlo contigo o con quien amas.
“Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” – Juan 11:40

