Jesucristo dijo lo siguiente: “Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve”Lucas 22:27(RVR)
Sabemos, porque las Escrituras lo confirman, que Jesús nuestro Salvador es el más grande, que no hay nadie como Él y que su demostración de servicio es insuperable porque no hay ninguna obra del hombre que se le pueda igualar. Ahora bien, si la Palabra dice que tú y yo somos hijos de Dios por causa de Jesucristo y, por tanto, así como Jesús es, así somos nosotros en este mundo (1 Juan 3:1, 1 Juan 4:17) quiere decir que sí Jesús agrado al Padre siendo su Hijo, nosotros también podemos agradarlo gracias a Él.
Dios es especialista en sorprendernos porque muchas veces nos pone en posición de servir en maneras que no esperábamos; la pregunta que nos debemos hacer es ¿estamos dispuestos cuando llegue el momento? Y aquí juega un papel muy importante la motivación del corazón porque esta determinara si tu disposición es falsa o verdadera.
“Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” Gálatas 1:10 (RVR)
¿Agradas a Dios o a los hombres? ¿Cuál es tu motivación? ¿estas realmente dispuesto o sólo buscas tu propio beneficio? Estas preguntas son muy validas porque si somos hijos de Dios debemos tener el corazón de servirle no importando en que.
Claro está que Dios no obliga a nadie, es tu decisión si tomas o no el camino que Él te muestra, y tenemos muchos ejemplos al respecto; sólo por mencionar algunos Jeremías 1:6-7 aquí Jeremías le dice a Dios que no sabe hablar porque es muy joven, pero eso no fue ningún obstáculo para Dios.
Jueces 6:14-16 nuevamente Dios nos muestra que nuestra condición no es ningún impedimento para Él; en esta última Escritura Gedeón le dice a Dios, lo pobre que es y que además es el menor. Podría mencionar muchos más ejemplos en los que Dios mira el corazón y no la condición del hombre.
Pero hay un relato muy conocido que me gustaría compartirles, y más allá de ser cierto o no, deja una gran enseñanza sobre cuál debe ser nuestra disposición con respecto a Dios.
El relato dice que: Napoleón el Emperador, se preparaba para salir con sus soldados y de repente su caballo empezó a comportarse de manera salvaje, y no había quien lo calmara, hasta que un soldado de rango inferior tomó al caballo de las riendas y lo calmo. Dicen que Napoleón se le acercó al soldado y le dijo: “gracias capitán”.
No me sorprende tanto las palabras de Napoleón, pero si la respuesta del soldado. Según el relato el soldado respondió: “¿De qué regimiento, mi Emperador?” El soldado hubiera respondido con excusas como lo hicieron Jeremías y Gedeón en los ejemplos mencionados anteriormente. ¿Cómo es posible que, por tranquilizar un caballo, este soldado subiera de rango en cuestión de minutos?
Bueno, hizo lo que nadie estuvo dispuesto a hacer, seguramente el Emperador Napoleón vio en este hombre algo que no tenían los demás y eso lo motivo a ascenderlo, no hay nada que nos indique que el soldado lo hizo con intenciones egoístas, más bien actuó en función de servir a su autoridad sin ningún tipo de pretensión.
Todos sabemos qué clase de hombre eran los discípulos que Jesús llamo; Pedro era impulsivo, Jacobo un hombre ambicioso, Mateo recaudador de impuestos. Pero la condición de estos hombres no le impidió a Jesús elegirlos.
También respondían con cualquier tipo de excusas como ustedes bien lo saben, ante diferentes situaciones; obviamente cambio el carácter y la manera de pensar de estos hombres después de Pentecostés (Hechos 2. 4:13) pero lo que quiero que entiendan es que estamos en tiempos en los que no nos podemos dar el lujo de dudar o temer como sucedió con ellos en un principio.
Sino responder con convicción como lo hizo el soldado de Napoleón, dicen que cuando se presentó ante el jefe de la guardia personal del Emperador, el jefe al ver el soldado y su rango, le pregunto que por órdenes de quien había sido nombrado capitán, y el soldado respondió: “por órdenes del Emperador Napoleón”.
Sólo eso basto para que el soldado fuera incorporado a la guardia personal del Emperador. Esa misma resolución debemos tener a la hora de servir, tal vez parezca que no estamos capacitados para alguna tarea en particular, pero la Palabra dice que tenemos la mente de Cristo, que en Él somos más que vencedores porque en Él todo lo podemos pues nos fortalece.
Por eso me gusta la actitud de Eliseo en 2 Reyes 2:1-14; hay muchas cosas que aprender de estos pasajes, pero lo que más llama mi atención es la firme decisión de Eliseo de seguir a Elías y segundo; en dos ocasiones los hijos de los profetas le recordaron a Eliseo la partida de Elías a la presencia del Señor, sin embargo, Eliseo los mando a callar porque ya tenía muy claro lo que quería y a quien servía.
Otro en su lugar se hubiera desanimado y habría desistido de continuar aquello que se propuso en su corazón; pero Eliseo hizo caso omiso a estas voces. Del mismo modo sucedió con el solado en el relato mencionado, cuando se presentó ante el jefe de la guardia, no dudo ni se intimido ante la pregunta, sólo dijo de parte quien iba y obtuvo su recompensa.
A veces el hombre desestima lo que puede llegar hacer en las manos de Dios, porque no le da importancia a los detalles, como ignorar aquello que no edifica porque representa una distracción, o el simple acto de ayudar a alguien. Los detalles te destruyen o te hacen. ¿Qué tan dispuesto estas?