Iglesia Palabra Pura
  • 29 diciembre, 2023
  • Rafael Lemes
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El Evangelio de Marcos, en el Capítulo 10, narra una historia muy interesante: una gran multitud seguía a Jesús y a Sus discípulos en Jericó, y de repente un hombre ciego, llamado Bartimeo, que estaba sentado junto al camino mendigando, y que había escuchado hablar de Jesús y de Sus maravillas, al darse cuenta de lo cerca que estaba de Él, nos dice la Palabra que, comenzó a dar voces diciendo: “¡¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!!” (Vs. 47). La expresión dar voces en el original es kraugazo, que significa “Clamar, emitir un sonido poderoso, gritar, prorrumpir”. Así que pueden imaginarse la intensidad de sus palabras para llamar la atención de Jesús. Pero lo más sorprendente es que este pasaje (Marcos 10:46-52) dice que muchos querían callarle, sin embargo, él gritaba (kraugazo) mucho más fuerte para hacerse notar: “¡¡Hijo de David, ten misericordia de mí!!”.

Marcos 10:49-52 nos dice qué sucedió luego de que Bartimeo clamara con tanta pasión: “Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino”.

Ahora, no sé si notaron un pequeño detalle que podría pasar desapercibido en este pasaje, si no prestamos la suficiente atención, y es que se menciona no sólo que Bartimeo se puso de pie, sino que antes de hacerlo arrojó su capa. Si Bartimeo era un mendigo, seguramente esta capa era uno de sus bienes más preciados, ya que tener una capa era vital para el fuerte frío, sin embargo, a él no le importó arrojarla para ir en pos de Jesús.

Este ejemplo nos da una gran enseñanza, ya que en nuestras vidas tenemos una escala de bienes preciados que muchas veces ponemos por encima de la voluntad de Dios, y no me refiero sólo a los materiales, sino que allí entrarían nuestras familias, nuestro trabajo, nuestros amigos, etc., que si no les damos el lugar correcto nos pueden impedir el seguir a Jesús. Así como le sucedió al joven rico, que cuando Jesús le dijo que vendiera todo lo que tenía, y se lo diera a los pobres, y lo siguiera, el joven se entristeció porque era muy rico, y no estaba dispuesto a soltar sus posesiones. (Lucas 18:18-24). No era que Jesús quería ver a este hombre pobre, sino que este hombre tenía a sus riquezas como lo primero en su vida, y es innegable que para seguir a Jesús, Él tiene que ser nuestra prioridad.

Bartimeo aprovechó la oportunidad cuando escuchó hablar de Jesús, no sabemos cuánto tiempo estuvo sentado junto al camino, pero sí nos dice la Palabra que “Arrojó su capa y se levantó”. Este acto tiene un significado muy especial, pues al arrojar su capa su acción expresó: “¡Jesús me mandó a llamar, y a partir de este momento mi vida va a cambiar, voy a vivir una nueva vida!”. Bartimeo arrojó su capa, sin temor, porque creía fuertemente que Jesús sí lo sanaría. Él no se quedó aferrado a su capa; él se levantó por su milagro, y su fe osada en Jesús le hizo sano.

¿Necesitas una solución a tu problema? Hay buenas noticias para ti: no tienes que gritar a Jesús para que Él te escuche ni mucho menos rogar por Su Misericordia. Si has recibido a Jesucristo como tu Señor y Salvador, Su Misericordia ya se extendió a ti, y ahora Su Gracia está disponible para manifestar todo lo que necesites. Pero ¿estás dispuesto a soltar aquello en lo que confías por encima de Jesús? Suelta tu capa sin temor.

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