Iglesia Palabra Pura
  • 24 septiembre, 2021
  • Rafael Lemes
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Hemos visto a rasgos generales quién fue Elías, cómo sirvió a Dios y, qué lo llevó a ocultarse. Muchos pensarán que fueron las amenazas de una mujer, pero no fue así realmente; Elías fue un hombre de carne y hueso como tú y yo, de modo que no era ajeno a las emociones.

Santiago 5:17 (NVI) dice:

“Elías era un hombre con debilidades como las nuestras”

De esto podemos aprender varias cosas, una de ellas tiene que ver con la equivocada percepción que se tiene sobre alguien que sirve a Dios, es decir, se tiene la idea muchas veces que una persona que es usada por Dios de maneras que sobresale, como el caso de Elías, no sufre, no se angustia o no siente temor; porque se fijan en la magnitud de las cosas que Dios hace a través de esta persona, y se les olvida que es un ser humano el vehículo, para que el Señor haga lo que tiene que hacer.

Por otro lado, también podemos aprender que el hecho de que alguien sirva de un modo extraordinario a Dios no es garantía de que siempre va a estar firme ante las dificultades. En algún punto del camino es muy posible que flaquees, por eso vemos en 1 Reyes 17:1,18:41-46 un Elías valiente, decidido, pero como podemos ver, también se nos muestra un Elías lleno de pretextos y temores  en 1 Reyes 19:10,14.

El punto que quiero establecer es que, si bien es cierto, todos estamos expuestos al temor y todo lo que ello implica, hay una verdad por encima de todo ese temor que podamos sentir y que, nunca cambiará, y eso es, la Palabra de Dios en la que se nos prometió que: “Dios nunca nos dejara y nunca nos abandonará” Hebreos 13:5.

Elías experimentó esa promesa de manera palpable, escuchó la voz audible y vio manifestaciones maravillosas del poder de Dios. Fue sustentado por el Ángel del Señor, protegido, noche y día; aun así, eligió quedarse en una cueva. Quiero que entiendan algo; hay una línea muy delgada entre dudar de Dios y confiar más en uno mismo, en el momento en que escoges lo segundo, eres tú quién se está apartando de Dios.

El profeta tomó su propio camino, no el de Dios, en el instante que creyó el mensaje de muerte contra su vida. No somos muy diferentes de Elías, también estamos hechos de carne y hueso como él; y una mala noticia, un mal momento en el trabajo o la familia, puede afectarnos, sin embargo, “aunque vivimos en este mundo no libramos nuestras batallas como lo hace el mundo” 2 Corintios 10:3 (NVI)

Sabemos por la Palabra, cuál fue el fin de Elías:

Elías subió al cielo en un torbellino” 2 Reyes 2:11 (RVR)

Pero siempre queda la sensación de que pudo haber hecho más, de que tal vez debió tomar otras decisiones, responder a Dios de otra manera; no debemos permitir que las dificultades nos priven de aprovechar cada oportunidad que tenemos como hijos de Dios, no tenemos que convertir nuestros problemas en una cueva del temor.

Por eso tenemos a Elías como ejemplo, incluso la Palabra nos lo recuerda:

“De hecho, todo lo que se escribió en el pasado se escribió para enseñarnos, a fin de que, alentados por las Escrituras, perseveremos en mantener nuestra esperanza”

Romanos 15:4 (NVI)

El Apóstol Pablo, lo que nos está diciendo aquí, en palabras más simples es:

Miren, todo lo que está escrito desde los antiguos profetas hasta nuestros días no fue en vano, sino que su propósito de fortalecernos en el conocimiento de Dios aún sigue latente. No desechemos Su Palabra, más bien sigamos adelante sin perder la confianza en Aquel que prometió. Si nuestros hermanos de antaño se mantuvieron firmes, nosotros también lo podemos, en la profesión de nuestra fe.

Así que no caigamos en el mismo error de Elías, y si caemos, deberíamos recordar a nuestro Dios y todo lo que ha hecho por cada uno de nosotros y, llegar al punto en que podamos decir confiadamente:

“El Señor es mi ayudador; no temeré
lo que me pueda hacer el hombre”

Hebreos 13:6 (RVR)

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