Hebreos 11:1-2, 39 (RVR)
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos.Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe…”
Sin duda, en los registros de la historia, podemos encontrar el testimonio de muchos mártires que dieron su vida sin renunciar a sus creencias y que marcaron un hito en el desarrollo de los eventos relacionados con el cristianismo y la persecución como factor determinante en la divulgación del Evangelio.
Pero hay una en particular que capta mi atención y es, la vida de Perpetua. Se dice que era una mujer joven, entre 20 y 23 años aproximadamente, que gozaba de buena estabilidad económica en la ciudad de Cartago, lo que hoy se conoce como Túnez, en el continente Africano. Fue guiada a su conversión por un diácono, al igual que sus esclavos.
Esto fue motivo de persecución contra ella y su familia, en el gobierno del emperador Séptimo Severo, cerca del año 200 o 202 d.C. Intentaron convencer a Perpetua para que adorara a los dioses paganos y renunciara a su fe; cuando se resistió, fue llevada a los llamados “Juegos”, en el anfiteatro o Coliseo Romano, donde se brindaban espectáculos, sacrificando las vidas de los cristianos perseguidos, al exponerlos a fieras, como leones, osos, entre otros.
Algunos dicen que se resistió de manera sobrenatural a las fieras, hasta morir, otros relatos aseguran que fue decapitada; lo cierto es que su muerte sirvió de inspiración en los años por venir, para que muchos otros difundieran las Buenas Nuevas.
Ahora bien, cuando vemos historias como esta es inevitable hacernos la pregunta: ¿Yo haría lo mismo? ¿estaría dispuesto a dar mi vida por lo qué creo? Cristo es el único camino y, saber qué nos espera una eternidad con Él, debe animarnos en todo momento.
Perpetua creyó hasta el final, a pesar de haber sido presionada de muchas formas. A juzgar por lo que nos cuenta la historia de aquellos tiempos, los cristianos sufrían torturas de todo tipo:
Hebreos 11:37 (RVR)
“Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá angustiados, maltratados”
Pero aun así, ella se resistió a abandonar sus creencias. Hoy vemos a muchos creyentes que abandonan su fe por problemas (emocionales, económicos, en las relaciones, etc.) y desfallecen en el proceso.
El Apóstol Pablo dice:
“Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” Filipenses 1:21 (RVR)
Aunque el Apóstol Pablo deseaba estar en la presencia del Señor (Filipenses 1:23), era consciente de la necesidad de contribuir en el fortalecimiento de la fe en los creyentes de Filipos. Entendía que lo que estaba haciendo era importante, a tal punto que les recordó cinco veces la Segunda Venida de Cristo, porque necesitaba que ellos también tuvieran consciencia de que su eternidad sería el reflejo de su comportamiento y sus decisiones aquí en la tierra.
Fíjense como dice este mismo versículo en la Versión Amplificada:
“Porque para mí, vivir es Cristo [Él es mi fuente de gozo, mi razón de vivir] y morir es ganancia [porque estaré con Él en la eternidad]”
Filipenses 1:21 (AMP)
El Apóstol Pablo y Perpetua habrían podido renunciar; el primero entregando su vida antes de culminar el plan para el cual fue llamado (Hechos 9:15 / Efesios 3:8) y ella rechazando su fe en Cristo, Deuteronomio 30:19 (RVR) “…os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida…”;pero no lo hicieron, porque entendieron algo que quizá muchos hoy, no han entendido.
Y es que, nacimos de nuevo en Cristo con un propósito mucho mayor que nosotros mismos cómo para dar marcha atrás ante situaciones adversas, que si las comparamos, por ejemplo, con lo que están viviendo ahora muchos creyentes en Afganistán y otros países de Oriente Medio, nuestros problemas palidecen.
De modo que si ante las dificultades cotidianas, comunes a todas las personas, los creyentes nos rendimos o culpamos a Dios. ¿Qué diríamos entonces, sí enfrentáramos situaciones reales, donde nuestra vida corra peligro? ¿Qué diríamos si nos viéramos forzados a decidir entre vivir sin Cristo a cambio de salvar nuestra vida, o morir por mantenernos firme en la fe?
Decidir entre vivir para Cristo, sólo hasta donde nuestra seguridad lo permita, o vivir completamente para Él, aunque signifique la muerte. Pasar de la teoría a la práctica es como cruzar un abismo por fe, Todo o Nada.
“Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” Filipenses 3:8 (RVR)