
En nuestra Serie sobre el Libro de los Hechos y su conexión directa con las Cartas del Nuevo Testamento, hemos visto cómo el Espíritu Santo guía, cómo se establece doctrina y cómo la Iglesia crece entre tensiones internas y oposición externa. En esta sexta parte, nos detenemos en un momento clave en la historia de la Iglesia primitiva: el Concilio de Jerusalén (Hechos 15) y los eventos que se dieron luego de este, que incluyen la redacción de la Carta a los Gálatas y el inicio del segundo viaje Misionero de Pablo.
La pregunta que dio origen al Concilio fue fundamental:
¿es necesaria la ley de Moisés para ser salvo?
Algunos Fariseos que habían creído en Jesús insistían en que los Gentiles convertidos debían ser circuncidados y guardar toda la Ley (Hechos 15:1,5). Esta postura desató un gran desacuerdo, al punto que Pablo, Bernabé y otros fueron a Jerusalén para consultar con los Apóstoles y los ancianos de la Iglesia madre.
En medio del debate, se alzó la voz de Pedro con claridad Apostólica: él había testificado que los gentiles habían recibido el Espíritu Santo por la fe, tal como sucedió con los Judíos en Pentecostés (Hechos 10). ¿Por qué, entonces, ponerles un yugo que ni los mismos Judíos pudieron cargar? “Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús somos salvos, de igual modo que ellos” (Hechos 15:11).
Después del testimonio de Pedro, Pablo y Bernabé, Santiago (también llamado Jacobo), Pastor de la Iglesia en Jerusalén y líder del Concilio, se levantó y dictó el juicio final:
HECHOS 15:19 (RVR) “Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios”
Esta declaración marcó el cierre de la controversia doctrinal. La Iglesia no sería regida por las obras de la Ley, sino por la fe en Cristo.
Sin embargo, Santiago agregó cuatro instrucciones prácticas:
HECHOS 15:20 (RVR) “sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre”
No como requisitos de salvación, sino como parte de la formación moral de creyentes Gentiles que venían de culturas profundamente paganas. Esto fue un acto de discipulado, no de legalismo. La transformación de la vida comienza con la fe, pero debe continuar con la renovación de la mente (Romanos 12:1–2).
Los Apóstoles y ancianos, junto con toda la Iglesia, acordaron escribir una Carta oficial, que sería enviada a las Iglesias de Antioquía, Siria y Cilicia (Hechos 15:22–29). Esta Carta fue llevada por Judas Barsabás y Silas, hombres reconocidos y maduros en la fe. En la Carta se afirma que: “Nos ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponer ninguna carga más que estas cosas necesarias…” (Hechos 15:28).
La Iglesia recibió esta Carta con gozo. La confusión y condenación que los Judaizantes habían traído fue reemplazada por la libertad en Cristo. Esto no era libertad para pecar, sino para vivir una vida guiada por el Espíritu y en obediencia voluntaria, no por imposición.
En el intervalo entre los versículos 35 y 36 de Hechos 15, Pablo escribió la Carta a los Gálatas. Se trataba de una reacción a las noticias alarmantes que había recibido: las Iglesias que él mismo fundó durante su primer viaje Misionero (Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe) estaban siendo perturbadas por falsos maestros que enseñaban otro Evangelio.
Pablo les escribió con pasión:
GÁLATAS 5:10 (NTV) “Confío en que el Señor los guardará de creer falsas enseñanzas. Dios juzgará a la persona que los está confundiendo, sea quien fuere”
Él sabía que se trataba de un asunto de vida o muerte espiritual. No se podía tolerar ni una pizca de legalismo como base de salvación. Por eso declara contundentemente:
ROMANOS 3:28 (RVR) “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley”
El Concilio de Jerusalén resolvió una de las primeras grandes crisis de la Iglesia: ¿cómo somos salvos? La respuesta fue clara: por Gracia, mediante la fe. Y aunque esta verdad fue decretada, no todos la aceptaron, y muchos siguieron perturbando las Iglesias. La rebelión contra la autoridad espiritual causó confusión, división y tropiezo.
Hasta aquí hemos visto el primer viaje Misionero y los eventos inmediatamente posteriores a él. La próxima semana veremos a través del Libro de Hechos el segundo viaje Misionero y los desafíos que tuvo que enfrentar el Apóstol Pablo y su equipo.