Iglesia Palabra Pura
  • 1 septiembre, 2025
  • Rafael Lemes
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Continuamos con nuestra serie de enseñanzas titulada Del Libro de los Hechos a las Cartas. Esta es la Parte 10, en la que seguimos los pasos del Apóstol Pablo durante su estadía en la ciudad de Corinto, uno de los lugares más significativos en su Ministerio. Allí no solamente fundó una Iglesia de gran influencia en medio de grandes desafíos, sino que también escribió Cartas fundamentales para fortalecer la fe de los creyentes en Tesalónica. Además, en este período aparece una figura clave en el desarrollo del Evangelio: Apolos, un predicador elocuente, mencionado por Lucas en el libro de Hechos.

Después de salir de Atenas, Pablo llegó a Corinto, una ciudad comercial muy activa, famosa por su puerto y también por su inmoralidad. Allí conoció a Aquila y Priscila, un matrimonio Judío que recientemente había salido de Roma y que, como él, se dedicaba al oficio de hacer tiendas. Este encuentro no fue casualidad: Dios usó esa conexión laboral para abrir una puerta de compañerismo y Ministerio.

HECHOS 18:13 (RVR) “Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. Y hallando a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma, fue a ellos. Y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas.”

Mientras trabajaba, Pablo no dejaba de predicar. Cada sábado enseñaba en la sinagoga, testificando que Jesús era el Mesías prometido. Sin embargo, como había ocurrido en otros lugares, enfrentó oposición y resistencia. La oposición no detuvo a Pablo. Al contrario, fue en Corinto donde recibió un mensaje directo del Señor que lo fortaleció y le dio ánimo para continuar:

HECHOS 18:910 (RVR) “Entonces el Señor dijo de noche en visión a Pablo: No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal; porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.”

Estas palabras fueron un respaldo extraordinario. A pesar de la oposición, Dios le aseguró a Pablo que no estaba solo y que en Corinto había un pueblo escogido que recibiría el mensaje. Con esta promesa, Pablo permaneció allí un año y seis meses, enseñando la Palabra de Dios.

Fue en ese tiempo que Silas y Timoteo llegaron desde Macedonia trayendo noticias de la Iglesia en Tesalónica. Esa comunidad enfrentaba persecución y muchas dudas, especialmente respecto a la segunda venida de Cristo y la resurrección de los muertos. Al escuchar esto, Pablo escribió lo que conocemos como 1 Tesalonicenses, probablemente la primera de sus cartas que tenemos en el Nuevo Testamento. En ella buscaba animar, afirmar la fe y recordarles que la esperanza cristiana no está en las circunstancias, sino en el regreso glorioso del Señor.

1 TESALONICENSES 1:23 (RVR) “Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones, acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo.”

Poco tiempo después, al recibir más reportes sobre confusión en la Iglesia, Pablo escribió 2 Tesalonicenses, reafirmando la verdad acerca del regreso del Señor y exhortándolos a permanecer firmes.

2  TESALONICENSES 2:15 (RVR) “Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.”

La experiencia de Pablo en Corinto nos muestra que el Evangelio avanza a pesar de la oposición, porque Dios siempre respalda a quienes le obedecen. Además, vemos el valor de las Cartas Apostólicas como herramientas para confirmar y edificar a los creyentes. Así como los Tesalonicenses fueron consolados y fortalecidos por medio de esas Cartas, nosotros hoy seguimos siendo edificados por la Palabra de Dios que permanece para siempre.

Tras un tiempo de fructífero Ministerio en Corinto, Pablo continuar su viaje Misionero. Hechos 18 nos relata que partió acompañado de Priscila y Aquila, sus colaboradores cercanos, y que al llegar a Éfeso los dejó allí para continuar rumbo a Cesarea, Jerusalén y luego Antioquía.

Mientras tanto, Lucas, el autor de Hechos de los Apóstoles nos introduce a Apolos, un judío de Alejandría, hombre elocuente y poderoso en las Escrituras. Apolos había sido instruido en el camino del Señor, aunque conocía solo hasta el bautismo de Juan. Cuando llegó a Éfeso y comenzó a enseñar con fervor, Aquila y Priscila lo tomaron aparte y le explicaron con mayor exactitud el camino de Dios.

HECHOS 18:24-26 (RVR) “Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. Este había sido instruido en el camino del Señor, y fervoroso de espíritu, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios.”

Posteriormente, Apolos viajó a Acaya, y en especial a Corinto, donde fue de gran ayuda a los creyentes y defendió con firmeza la fe en Cristo. Aunque no fue colaborador directo de Pablo, su ministerio fue complementario y valioso. Tanto así que, tiempo después, Pablo mismo reconoció su trabajo al escribir a los corintios:

1 CORINTIOS 3:6 (RVR) “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios.”

En el próximo artículo veremos cómo Pablo continuó su Ministerio, extendiendo el Evangelio a otras regiones y escribiendo nuevas Cartas que siguen guiando a la Iglesia hasta nuestros días.

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