Iglesia Palabra Pura
  • 19 diciembre, 2022
  • Rafael Lemes
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HECHOS 18:23 (RVR) “Y después de estar allí algún tiempo, salió, recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia, confirmando a todos los discípulos”

El Apóstol terminó su segundo viaje Misionero en la misma Iglesia que lo separó al Ministerio, Antioquía de Siria, tal y como lo había hecho en el primer viaje. En Antioquía pasó un tiempo como nos lo menciona Hechos 18:23, hasta que siente que es momento de pasar de nuevo por las Iglesias que había establecido, y confirmarlos (animarlos) en la fe en Jesucristo.

Veamos la ruta que tomó:

Hechos 18:23 nos dice que el Apóstol Pablo inició su viaje por Galacia y Frigia, lo más probable, es que antes haya hecho una parada por Tarso, su tierra natal.

En cuanto a las Iglesias que había establecido, empezó confirmando a los discípulos de Derbe, luego a los de Listra —de donde se había llevado a Timoteo en su segundo viaje—, continuó con los de Iconio y visitó a los discípulos de Antioquía de Pisidia. Estas ciudades completan la lista de Iglesias establecidas por el Apóstol en la región de Galacia, cuyo gentilicio era Gálatas. Así que cuando ustedes lean la carta dirigida a los Gálatas, ya tendrán en cuenta que iba dirigida a los creyentes habitantes de estas 4 ciudades.

HECHOS 19:1 (RVR) “Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso…”

Si recuerdan lo que hemos estudiado a la luz del Libro de Hechos, el Apóstol Pablo ya había estado en Éfeso con sus amigos Priscila y Aquila, pero sólo de paso (Hechos 18:19-21). Aunque fue bien recibido, el Apóstol decidió avanzar en su segundo viaje, esperando regresar. Así que en este tercer viaje sintió que era el momento de pasar por la ciudad portuaria de Éfeso.

Éfeso tenía alrededor de 250.000 habitantes. Su ubicación estratégica le generaba grandes ganancias económicas, tanto por mar, como por tierra, al estar ubicada en las conexiones de varias rutas de intercambio y prestar servicios de Banco. Esta ciudad tenía una de las edificaciones más impactantes de la época, incluida dentro de la lista de las 7 maravillas del mundo antiguo: el templo a la diosa Diana (también conocida como Artemisa). Esta edificación fue elaborada completamente en mármol, tenía 115,1 metros de largo por 55,1 metros de ancho. 120 años se tardó su construcción. Según el escritor Romano Plinio el Viejo, el templo tenía 127 columnas de 60 pies de altura, 36 de estas talladas por Scopas, un reconocido escultor y arquitecto Griego. Los Efesios adoraban con fervor a Diana como “diosa de los bosques, los niños y la fertilidad”.

Cuando el Apóstol llegó a esta ciudad, Priscila y Aquila seguían dando testimonio de su fe entre los Judíos, incluso fueron parte importante en la formación del Judío Apolos, de quien Lucas detalla que era: “instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor” (Hechos 18:25 [RVR]). Cuando Apolos estuvo listo para salir hacia Corinto, Priscila y Aquila lo apoyaron dándole carta de recomendación. Así que en el momento en el que llegó el Apóstol Pablo, Apolos estaba en Corinto, en la Iglesia que Pablo había establecido.

El Apóstol Pablo, como era su costumbre, empezó predicando entre los Judíos, exponiéndoles en las Escrituras, por 3 meses (Hechos 19:8), la salvación a través de Jesucristo; sin embargo, al ver la oposición, siguió enseñando, pero solamente a aquellos que apreciaran el mensaje de Salvación. Los creyentes Efesios fueron privilegiados al recibir por 3 años la enseñanza de la revelación que Jesucristo le había dado al Apóstol Pablo sobre el Evangelio (Hechos 20:31), y por lo menos 2 de esos años enseñó desde la escuela de Tiranno:

HECHOS 19:9-10 (RVR) “Pero endureciéndose algunos y no creyendo, maldiciendo el Camino delante de la multitud, se apartó Pablo de ellos y separó a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno llamado Tiranno. Así continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús”

Según los eruditos, el Apóstol enseñaba desde las 11:00 a.m. hasta las 4:00 p.m., un horario en el que la mayoría de personas descansaba de su trabajo. Así que podemos imaginar al Apóstol desde muy temprano ofreciendo sus tiendas en el mercado de Éfeso, trabajando para su sustento, y antes de las 11:00 a.m. ubicado en la puerta de la escuela de Tiranno, esperando a que se le permitiera ingresar para enseñar la Palabra por 5 horas, TODOS LOS DÍAS.

El Evangelio de la Gracia estaba transformando a los habitantes de Éfeso, un gran avivamiento había ocurrido allí. Son muchos los detalles que nos da Lucas sobre lo que sucedió en Éfeso en el tiempo en el que estuvo el Apóstol Pablo; como el encuentro con los discípulos que no habían recibido el bautismo del Espíritu Santo (Hechos 19:1-7), los milagros por mano de Pablo (Hechos 19:11-12), el ridículo de los exorcistas ambulantes (Hechos 19:13-16) y la quema de costosos libros de brujería por parte de los nuevos creyentes que habían dejado el ocultismo atrás al entregarse por completo a Jesucristo (Hechos 19:17-20), pero por tiempo no podemos verlos en detalle en este estudio. Así que continuemos con Hechos 19:21-22 (RVR):

“Pasadas estas cosas, Pablo se propuso en espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: Después que haya estado allí, me será necesario ver también a Roma.Y enviando a Macedonia a dos de los que le ayudaban, Timoteo y Erasto, él se quedó por algún tiempo en Asia”

El hecho de que el Apóstol Pablo haya trazado en su corazón esta ruta que nos describe Lucas, tiene una explicación, que podemos ver más clara en la Carta que le envía el Apóstol a los Romanos:

“Mas ahora voy a Jerusalén para ministrar a los santos. Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres que hay entre los santos que están en Jerusalén. Pues les pareció bueno, y son deudores a ellos; porque si los gentiles han sido hechos participantes de sus bienes espirituales, deben también ellos ministrarles de los materiales. Así que, cuando haya concluido esto, y les haya entregado este fruto, pasaré entre vosotros rumbo a España. Y sé que cuando vaya a vosotros, llegaré con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo. Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios, para que sea librado de los rebeldes que están en Judea, y que la ofrenda de mi servicio a los santos en Jerusalén sea acepta” (Romanos 15:25-31 [RVR]).

El Apóstol deseaba llegar a Roma y a España, pero antes tenía que llevar la ofrenda a Jerusalem, por lo que se encontraba enfocado en la recolección. Justo en este tiempo se levantó gran oposición en Éfeso, motivada por el platero Demetrio, quien estaba furioso de ver que la idolatría ya no le estaba generando los ingresos económicos a los que estaba acostumbrado cuando compraban los templecillos de la diosa Diana que él elaboraba, este logró levantar los ánimos de los Efesios artesanos:

HECHOS 19:23-27 (RVR) “Hubo por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del Camino. Porque un platero llamado Demetrio, que hacía de plata templecillos de Diana, daba no poca ganancia a los artífices; a los cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo: Varones, sabéis que de este oficio obtenemos nuestra riqueza; pero veis y oís que este Pablo, no solamente en Éfeso, sino en casi toda Asia, ha apartado a muchas gentes con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos. Y no solamente hay peligro de que este nuestro negocio venga a desacreditarse, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada, y comience a ser destruida la majestad de aquella a quien venera toda Asia, y el mundo entero. Cuando oyeron estas cosas, se llenaron de ira, y gritaron, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios!”

Lucas nos dice que por dos horas gritaron ¡Grande es Diana de los efesios!” (Hechos 19:34) y lograron llevarse a dos compañeros de Pablo, Gayo y Aristarco, al teatro de la ciudad. Aunque el Apóstol quiso presentarse ante la multitud enfurecida, sus discípulos y algunas autoridades, con las cuales tenía una amistad, se lo impidieron.

Los ánimos se calmaron cuando el escribano, que era una autoridad en la ciudad, les recordó a los Efesios enfurecidos lo perjudicial que sería para ellos si seguían con su plan, ya que el Imperio Romano podía acusarlos y condenarlos por el delito de sedición, que los Romanos llamaban en Latín “Tumultus” (Hechos 19:35-41).

Así que después de esto, el Apóstol Pablo siguió su ruta hacia Macedonia:

HECHOS 20:1 (RVR) “Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió y salió para ir a Macedonia”

Continuaremos este viaje en el siguiente Artículo.

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