Iglesia Palabra Pura
  • 23 mayo, 2025
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Mi mayor victoria: reconocer quien soy en Cristo

Soy Pablo Tamayo Isaza, miembro de Iglesia Palabra Pura. Quiero compartir con ustedes mi testimonio sobre cómo he aprendido a poner mi confianza en Dios y a enfocarme únicamente en quien soy en Cristo:

Empecé practicando el baloncesto en el Colegio, cuando tenía 7 (siete) años. Mis padres siempre me han motivado y apoyado en la práctica de deportes. He practicado varios, incluyendo el taekwondo. Cuando dejé el taekwondo, mi madre me preguntó qué otro deporte me gustaría practicar y, siendo completamente sincero, a esa edad lo que más me llamaba la atención era el fútbol.

Sin embargo, para ese tiempo, mi profesor de Educación Física, Fredy Rendón, en una clase me dijo que me necesitaba en el equipo de baloncesto. Me sentí sorprendido de que me dijera que me necesitaba, pues yo nunca había jugado baloncesto, pero acepté la invitación con la expectativa de qué me esperaba y por qué el profesor decía que me necesitaba. Y fue la mejor decisión, porque desde el primer entrenamiento, siendo tan solo un niño, hasta hoy que estoy en la universidad es el deporte que más me apasiona y es donde siento que Dios me ha dado talentos y dones que me permiten destacarme en esta disciplina.

Reconozco que todos los talentos y habilidades que tengo me los ha dado Dios. Gracias a Él, solo por mencionarles algunos logros: he sido campeón de inter-colegiados tres veces, también he jugado a nivel Departamental donde quedé como campeón una vez, he representado a nivel Nacional a Risaralda (a nivel de Colegios), entre otros logros y oportunidades.

También he enfrentado desafíos, déjenme compartirles que en el tiempo de plandemia llegué a pesar 107 kg, y aunque medía para ese tiempo sobre 1,85 m., estaba con sobrepeso. Fue una suma de malos hábitos y que justo para ese tiempo se frenaron los entrenamientos. Este fue un factor que hizo que al año siguiente que se retomaron los entrenamientos me lesionara de gravedad. Tuve un esguince de tobillo grado 2, dejándome tres meses por fuera de las canchas.

La verdad, ese tiempo fue muy complicado para mí. Al estar lesionado no pude participar en los Juegos Interligas Nacionales, donde había pasado varios filtros de clasificación en la liga Risaraldense. Me tocó ver el torneo desde mi casa, porque me quedé fuera de la convocatoria, en la cual tenía la expectativa de subir de nivel, pasando de representar a un colegio a representar un club.

Aun así continué preparándome teniendo grandes expectativas de otras oportunidades para avanzar de nivel, y un año después un club de Dosquebradas me invitó a su equipo para participar en un torneo en Manizales. Acepté, y en ese torneo me fue bastante bien. Por lo que seguí entrenando con ellos hasta que se presentó un año después otra oportunidad para participar en los filtros de selección para integrar la liga Risaraldense de baloncesto, y volví a pasar los filtros hasta quedar incluido en el equipo.

Estaba muy feliz porque había subido de nivel, pero fue allí que tuve que superar otro reto, pues justo cuando estaba a una semana de viajar con el equipo, de un momento a otro me dio una especie de gripe que fue empeorando hasta hacerme sentir prácticamente ahogado ante el mínimo esfuerzo en los entrenamientos.

En la revisión médica que me hicieron, la doctora me dio dos opciones: competir y correr el riesgo de que se afectara más mi sistema respiratorio, o recuperarme en casa, lo cual implicaba perderme otra vez la oportunidad de representar la liga Risaraldense.

Yo le doy muchas gracias a Dios por los padres que tengo, ellos siempre me han instruido en la Palabra, y ante ese diagnóstico se aferraron conmigo a la Palabra de sanidad, mientras participábamos de la Santa Cena. Sí seguimos varias indicaciones médicas en cuanto a cuidados y medicamentos, pero siempre poniendo nuestra confianza en Dios. ¡Y gracias a Dios pude viajar sin problema, y jugar mis primeras interligas Nacionales!

Estando en la liga empecé a implementar la lectura de la Palabra y la oración a Dios y he sentido Su respaldo, impulsándome a brillar dentro de los mejores del país. En las ligas es donde se reconocen los mejores jugadores de baloncesto, y gracias a Dios he llegado a ser el cuarto mejor jugador anotador de tres puntos a nivel nacional, el mejor reboteador de uno de los torneos y junto al equipo de la liga Risaraldense hicimos unas importantes marcas a nivel nacional.

Cuando entré a la universidad, empecé a entrenar otra modalidad del baloncesto que se llama 3×3, motivado porque el profesor es el mismo que me invitó a jugar baloncesto desde que era un niño. Esta modalidad requiere mayor intensidad y al principio me costó adaptarme y destacarme, además de manejar la frustración ante la pérdida de partidos. En esa parte mis padres me han ayudado mucho, recordándome mi identidad en Cristo.

En mi corazón siempre he tenido el mejorar cada año, dando honor a los dones y talentos que Dios me dio, y así he trabajado tanto en la liga como en el equipo universitario.

Este año, 2025, empezó una competencia que abre solo dos cupos entre universidades ganadoras para participar a nivel nacional. Aunque les pueda parecer mi descripción un poco de película, pero ante la presión que sentí del torneo y las expectativas que tenía no era capaz de apaciguarme a nivel emocional, me sentía muy nervioso.

Sintiéndome tan desesperado tomé la decisión de ungir mi frente y declarar que durante el torneo solo tendría pensamientos de acuerdo a la Palabra, luego ungí mi boca y declaré que no iba a hablar mal, que solo usaría el poder que Dios nos ha dado en la lengua para sembrar semillas de victoria, y continué ungiendo mis oídos declarando que no iba a escuchar palabras malas ni a permitirme distraerme con comentarios diferentes a lo que la Palabra dice de mí. Además me ungí las manos y los pies declarando que como dice Deuteronomio 28, que el trabajo de mis manos es bendecido y que la Palabra también dice que Dios guía mis pasos. Y luego, descansé y guardé mis pensamientos en Dios.

Empezamos ganando ante un rival complicado, pero estando cerca a la definición del ganador del cupo a la competencia nacional nuestro equipo tenía el riesgo de perder el partido, por lo que todos los compañeros y el profesor comenzaron a hacer comentarios que reflejaban su angustia y pensamientos de derrota, pero cuando escuché esos comentarios, recordé las palabras que mi madre me dijo acerca de no olvidar quien soy en Cristo, y me calmé y dije: “Sí, es verdad, porque me voy a tener que angustiar si yo sé quien soy en Cristo, yo sé que en Cristo soy más que vencedor, si yo sé que tengo un espíritu de poder, de amor y de dominio propio…”.

Cuando entré de nuevo a la etapa final hacia el cupo nacional me decía: “No te fijes en el rival, fíjate en lo que la Palabra dice de ti, no te fijes en tormenta, porque Dios es más grande que la tormenta”.

Y fue espectacular: ¡ganamos, superando incluso las expectativas de puntaje que el reglamento permite!

Efectivamente hoy puedo decir que ¡con la ayuda de Dios soy campeón regional a nivel universitario! En Septiembre tendremos la competencia nacional. Seguiré poniendo mi confianza en Dios, sin olvidar que mi identidad no está en lo que los demás digan de mí o del resultado que puedo tener en un partido, sino en quien soy en Cristo.

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