
Continuamos con nuestra Serie de enseñanzas titulada “Del Libro de los Hechos a las Cartas”. Esta es la Parte 11, en la que seguimos los pasos del Apóstol Pablo al dejar la ciudad de Corinto y comenzar un tiempo decisivo en Éfeso. Después de una estadía fructífera en Corinto, donde escribió Cartas y fortaleció la fe de los creyentes, Pablo continuó su viaje acompañado de Priscila y Aquila. Al llegar a Éfeso, los dejó allí y continuó hacia Cesarea, Jerusalén y Antioquía (Hechos 18:18–22). Posteriormente, volvería a Éfeso, ciudad en la que permanecería más tiempo que en cualquier otro lugar de su Ministerio.
HECHOS 18:19 (RVR) “Y llegó a Éfeso, y los dejó allí; y entrando en la sinagoga, discutía con los judíos.”
Fue precisamente en Éfeso donde se cruzaron varios hechos importantes para la expansión del Evangelio: la llegada de Apolos, la enseñanza más completa a los discípulos que sólo conocían el bautismo de Juan, y un avivamiento que transformó a la ciudad.
Lucas nos presenta en Hechos 18:24 a un Judío llamado Apolos, de Alejandría, y lo describe como “varón elocuente y poderoso en las Escrituras”. Sin embargo, a pesar de que enseñaba con fervor lo que conocía, su comprensión estaba limitada al bautismo de Juan. Fue por ese motivo que Priscila y Aquila, con humildad y sabiduría, lo tomaron aparte y le explicaron con mayor exactitud el camino de Dios.
HECHOS 18:26 (RVR) “Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios.”
Esto nos enseña que el servicio a Cristo no se trata sólo de elocuencia o pasión, sino de conocer plenamente el mensaje del Evangelio. Apolos, lejos de resistirse, aceptó la corrección y más tarde fue de gran bendición en Acaya, especialmente en Corinto.
Cuando Pablo regresó a Éfeso (Hechos 19), encontró a unos discípulos que sólo habían recibido el Bautismo de Juan. Les preguntó si habían recibido el Espíritu Santo, y ellos respondieron que ni siquiera sabían de su existencia. Entonces Pablo les explicó el tipo de Bautismo que enseñaba Juan el Bautista, luego los Bautizó en agua y los guío a recibir el Bautismo del Espíritu Santo.
HECHOS 19:4–6 (RVR) “Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.”
El pasaje anterior es de gran importancia para ver la diferencia que hay entre nacer de nuevo y ser llenos del Espíritu Santo. Es Cristo quien salva, pero es el Espíritu Santo quien capacita para testificar y vivir en poder.
En Éfeso se produjo un mover tan fuerte que impactó a toda la ciudad. Dios hacía milagros extraordinarios por mano de Pablo, y aún los trapos y delantales que él usaba servían para sanar enfermos y liberar endemoniados (Hechos 19:11–12). Sin embargo, el cambio no vino porque Pablo atacara directamente las prácticas idolátricas, sino porque predicaba a Cristo. Al hacer a Cristo famoso, el pecado quedaba en evidencia y las personas en arrepentimiento reconocían a Jesús como el único Señor y Salvador.
El Ministerio en Éfeso marcó una nueva etapa en el libro de los Hechos. Allí, Pablo permaneció tres años.
HECHOS 20:31 (NTV) “¡Cuidado! Recuerden los tres años que pasé con ustedes—de día y de noche mi constante atención y cuidado—así como mis muchas lágrimas por cada uno de ustedes.”
Y desde ese lugar escribió varias de sus Cartas más importantes. En el próximo artículo veremos cómo este tiempo en Éfeso fue decisivo para la expansión del Evangelio y la formación de la Iglesia en toda Asia Menor.